Ironías de la historia (o no), durante el siglo XX el comunismo dejó sentir algunos de sus mejores efectos lejos de la URSS, Alemania Oriental, la República Socialista de Rumanía o cualquier otro país de la órbita soviética. Así lo consideran al menos algunos historiadores que desde hace tiempo defienden la teoría de que fue lejos de Moscú, en las naciones situadas fuera del influjo del Politburó soviético, dónde el comunismo logró uno de sus legados más importantes. ¿Cómo? Refrenando los niveles de desigualdad en las naciones con economías de mercando.
Así, si hubo un fantasma recorriendo Europa, como proclamaba Karl Marx, sus efectos parecieron notarse de forma especial del lado occidental del telón de acero.
"Disciplinando" la desigualdad. A lo largo del siglo XX el comunismo dejó demostraciones de represión brutal y arrojó serias dudas sobre las bondades de la economía planificada o su capacidad para competir contras los países capitalistas, pero hay investigadores convencidos de que fuera de las fronteras de la Unión Soviética y sus repúblicas satélite se dejó sentir con un efecto positivo.
¿Y eso cómo? Actuando a modo de "disciplinador" de la desigualdad. La idea la han dejado botando a lo largo de los últimos años, haciendo más o menos hincapié, investigadores como Andre Albuquerque Sant´Ann, Leonardo Weller, Vladimir Popov o Kwame Sundaram, que han explorado cómo el "fantasma" del comunismo actuó a modo de corrector de las desigualdades al otro lado del telón de acero.
La premisa es muy sencilla, recordaba hace unos años el economista serbio-estadounidense Branko Milanović: la sombra del comunismo, encarnada en la URSS y otros estados comunistas, llevó a los países capitalistas a actuar de forma "cautelosa". "Sabían que si trataban de presionar demasiado a los trabajadores, estos podrían tomar represalias y acabarían perdiéndolo todo", aclara.
"Lo salvó de sí mismo". Otro autor que ha explorado esa idea es Aditya Chakraborty, un popular columnista de The Guardian que en 2019 publicó un artículo en el que defendía esa misma hipótesis: la sola amenaza que representó el bloque soviético durante gran parte del siglo XX llevó a los estados occidentales con economías de mercado a mostrarse flexibles con sus trabajadores.
En palabras del Chakraborty, el socialismo se reveló un "fracaso miserable, brutalmente represivo con sus pueblos e incapaz de competir con las economías capitalistas", pero no se le puede negar un mérito que irónicamente no persiguía el Politburó y supone "una de las mayores paradojas de nuestra era": "El comunismo no derrocó al capitalismo, pero lo mantuvo honesto. Lo salvó de sí mismo”.
Pero… ¿Cómo lo hizo? Con un simple sistema de contrapesos. Y temores. Chakraborty sostiene que la sola existencia de la URSS, con una ideología rival y poderosa, llevó a las economías capitalistas a luchar por su supervivencia. Y eso pasaba en gran medida por mostrarse flexible y corregir posibles desigualdades. O lo que es lo mismo, mayores salarios y mayor inversión en bienestar social.
Para demostrar la influencia del "fantasma" socialista Chakraborty desliza varios datos. El primero es el de la jornada laboral de ocho horas, reclamada durante más de un siglo por los trabajadores y una de las grandes exigencias de las marchas del Primero de Mayo de finales del siglo XIX. "No obstante, fue necesaria la revolución bolchevique de 1917 y el malestar de los empleados de toda Europa para que se convirtiera en ley en unos meses en Francia, Alemania y Portugal", recuerda.
La propia Organización Internacional del Trabajo ha publicado un informe en el que explica cómo, tras incrementarse a lo largo del XIX, la desigualdad remitió en Occidente ante "la amenaza de la propagación del comunismo". "Inspiró reformas redistributivas de bienestar, ofreciendo al capitalismo un rostro más humano".
¿Puede irse más allá? Eso es lo que han intentado André Albuquerque Sant´Anna y Leonardo Weller, quienes han dedicado varios ensayos a esclarecer de la forma más objetiva posible si la "amenaza" del comunismo durante la Guerra Fría influyó en la distribución de ingresos en las economías capitalistas desarrolladas, más allá del papel que pudieron jugar las guerras mundiales del siglo XX.
El punto de partida de ambos autores es claro, y rotundo: "Sostenemos que la amenaza de la expansión del comunismo actuó a modo de incentivo para que las élites y los gobiernos mantuvieran la desigualdad en niveles reducidos".
En opinión de Sant´Anna y Weller la Guerra Fría ofreció "un contexto favorable" para la aparición de “los estados de interés común”, con un consenso general que “permite al estado aumentar su capacidad fiscal para proteger el status quo” y alcanzar sociedades más igualitarias en términos de poder y riqueza.
"Reducir la probabilidad de revoluciones". Su estudio concluye que, cuando sus países se acercaban a la expansión del comunismo, los sindicatos reforzaban su poder y los empresarios acordaban reducir sus beneficios en favor de los salarios.
"Las élites económica y política formaron esta coalición de la Guerra Fría para redistribuir la renta y reducir la probabilidad de revoluciones comunistas", zanjan: "Redistribuyó la renta haciendo que la sociedad resultara más igualitaria".
Analizando el período 1960-2010. En otro ensayo publicado en 2015 Sant´Anna intenta ir otro paso más allá y aclarar si el socialismo logró "disciplinar" la desigualdad en los ingresos. Con ese propósito analizó la situación de 18 países integrados en la OCDE a lo largo de medio siglo, entre los años 1960 y 2010.
Su análisis se centra en la cuota de ingresos del 1% más rico y analiza factores como la apertura financiera, el peso sindical, tipo impositivo… y sobre todo una variable especial, planteada por el investigador brasileño, que tiene en cuenta el gasto militar del país en cuestión, su relación respecto a la inversión militar de la URSS y la distancia que separaba esa nación de Moscú. El objetivo: determinar el grado de amenaza que podía representar el bloque soviético en cada caso y, por ende, el comunismo. Su conclusión tras examinar los datos es clara.
"Un factor importante". "La amenaza constante relacionada con la rivalidad militar con el bloque comunista ha sido un factor importante a la hora de impulsar a los Estados occidentales a construir un consenso social, con una reducción de la desigualdad y una mayor participación de las rentas más altas en la construcción de la capacidad fiscal", señala: "No es necesaria una guerra para que se construya una capacidad estatal, la mera presencia de un espectro acechando es suficiente".
Del "acecho" al hecho. Ese "acecho" no explica por sí solo la influencia que pudo ejercer el bloque comunista para embridar los niveles de desigualdad en las economías capitalistas. Sant´Anna apunta otros factores, además de la influencia de las guerras mundiales del siglo XX, que destruyó capital y llevó a los gobiernos a buscar fórmulas impositivas que les permitieran financiar sus tropas.
En concreto, habría una serie de canales que permitieron al socialismo influir en los niveles de desigualdad de ingresos en el capitalismo, como resume Milanović: la influencia de los partidos comunistas y socialistas en países como Italia o Francia, la "vigilancia" del poder militar soviético y los sindicatos.
"Cuanto más amenazadas estaban las élites nacionales con una revolución comunista, más políticas introducía el Estado que reducían la participación de los más ricos en la sociedad, ya fuera mediante la imposición de más tasas y gastos o la autorización de sindicatos incómodamente poderosos", añade Chakraborty. Con los años la URSS quizás perdiese empuje, pero incluso en su recta final, entrados los 80, su sola presencia seguía ejerciendo como contrapeso al capitalismo.
¿Y tras la Guerra Fría? Milanović recuerda que los países capitalistas ricos vivieron un período de reducción de la desigualdad durante buena parte del siglo XX, entre los años 20 y 80. Tras esa década, volvió a incrementarse.
Él fija el punto de inflexión en la década de 1980, coincidiendo con el ocaso del bloque comunista, aunque en juego también han entrado otros factores, como la globalización, la expansión de trabajadores chinos en el mercado laboral global, el declive de los sindicatos y cambios políticos, con una reducción de impuestos. No es el único en hacer un diagnóstico similar. El propio Banco Mundial ha alertado de los efectos de la desigualdad, un escenario al que España no es ajeno.
Imágenes | Wikipedia (Bundesarchiv, B) y Wikipedia
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