Un gigantesco muro submarino: la desesperada solución contra el deshielo de la Antártida

De entre los múltiples y variados retos que afronta la humanidad en su largo plazo, el deshielo de los polos es uno de los más preocupantes. Al fin y al cabo alrededor del 40% de la población mundial vive en regiones costeras, y un aumento drástico del nivel del mar, como al que nos conducimos en un puñado de años, tendría consecuencias alarmantes para ciudades como Londres o para países enteros como Vietnam. ¿Qué hacer para detener la progresiva pérdida de masa de los glaciares árticos y antárticos? Una opción: construir un muro.

¿Qué? La idea proviene de un estudio publicado en The Cryosphere, un journal científico enfocado a la geología, y firmado por Michael Wolovick y John Moore, de la Universidad de Princeton y de Beijing. En el trabajo, ambos proponen levantar una enorme lámina artificial, formada por rocas y sedimentos varios, capaz de ejercer de "barrera artificial" ante las corrientes submarinas cálidas que deshielan la base de los glaciares. Su descomposición, de este modo, se ralentizaría.

La investigación se centra en el glaciar Thwaites, uno de los más grandes de la Antártida y responsable del 4% del deshielo global.

¿Cómo? En su proceso de fundición, los glaciares como el Thwaites vomitan ríos de agua gélida submarina provenientes de sus gigantescas plataformas heladas. El agua fría asciende a la superficie oceánica, lo que permite que corrientes más cálidas ocupen su lugar y erosionen la base de los glaciares. Es un fenómeno estudiado y bien conocido por los científicos, y contribuye a disparar las tasas de deshielo del Ártico y la Antártida.

Un hipotético muro como el planteado por Wolovick y Moore podría frenar el acceso de las aguas calientes al lecho submarino del glaciar, limitando su impacto al máximo. El estudio define esta idea como "el método más efectivo" para frenar el deshielo.

¿Es posible? No. Wolovick y Moore reconocen la casi imposibilidad técnica de ejecutar tamaño proyecto (por no hablar de la inviabilidad política). Incluyen otras propuestas más modestas y similares que reducirían el proceso de deshielo al 70%. El estudio es meramente teórico, similar a otros recientes que, para el caso Ártico, han planteado llenar el océano de bombas propulsadas por molinos de viento capaz de congelar sus aguas superficiales. Son soluciones irrealizables, pero su mera hipótesis define bien el escenario catastrófico al que nos encaminamos.

¿Es tan grave? Sí. La Antártida se está fundiendo hoy tres veces más rápido que hace 25 años, y las previsiones no son optimistas. Según la NASA, el continente helado pierde alrededor de 127 gigatones (una medida de volumen extraordinaria que equivale a 1.000 millones de toneladas) al año. Es una cifra salvaje, equivalente a unos 18.000 millones de elefantes anuales vertidos al océano en forma de agua. Groenlandia, por su parte, pierde 286 gigatones al año.

Ambos contribuyen de forma neta al crecimiento de los océanos. A corto plazo las magnitudes no parecen tan relevantes: al fin y al cabo el agua sólo se ha elevado 178 milímetros durante los últimos cien años. Pero las proyecciones, como ilustramos en su momento, son terroríficas: en el peor de los casos (entre cinco y trece metros de crecida) regiones enteras como el norte de Europa, Bangladesh o Florida podrían quedar bajo el agua. Y en el día a día ya es observable.

Imagen: NASA

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