Aunque Japón es uno de los países más vanguardistas en lo que a tecnología se refiere, el fax, los sellos y la burocracia analógica continúan muy presentes en los trámites de la vida diaria. El mismo síndrome de Galápagos que explica por qué los japoneses diseñaron un sistema de telefonía móvil propio, evidencia también la reticencia que tienen a abandonar trámites analógicos que en otros países menos tecnológicos ya están digitalizados.
Papel. Mientras una gran parte del mundo trabaja por reducir su uso, en Japón no entienden su día a día sin este soporte. La mayoría de las empresas prefieren un curriculum redactado a mano para valorar la caligrafía del candidato y, todavía hoy, el intercambio de tarjetas de visita tiene un peso importante en el networking japonés. Tal es arraigo que, cada año, el gobierno japonés se gasta de media 7,81 mil millones en imprimir y gestionar facturas en papel.
¿Por qué? A pesar de que Japón es mundialmente conocido por ser el país que vio nacer a gigantes tecnológicos como Sony, Fujitsu o Panasonic, el pulso de la vida laboral recae en las pequeñas y medianas empresas y no en las grandes corporaciones. Las pymes representan el 99,7% de las 4,2 millones de empresas japonesas y, según recoge BBC en este artículo, son éstas las que mantienen los procesos analógicos tan presentes en la vida japonesa.
Uno de los casos que mejor refleja el rechazo a los procesos digitales es el uso del fax. Las empresas japonesas prefieren utilizar este servicio en lugar del correo electrónico porque les permite comunicarse utilizando el alfabeto tradicional.
Transacciones digitales. El amor hacia el papel no solo está presente en los códigos de conducta de las empresas, sino también en el comportamiento individual de los japoneses que prefieren pagar en efectivo antes que con tarjeta. Todavía a día de hoy, se realizan el 75% de los pagos en efectivo. Con la idea de revertir esta situación y minimizar la impresión de billetes, el gobierno nipón ofrece descuentos en el impuesto de venta a los comerciantes para que impulsen el pago con tarjeta. Sin embargo, por el momento, quienes más aprovechan esta ventaja son los que antes ya lo hacían: los jóvenes.
Hanko. Este es el nombre que recibe otra de las tradiciones asociadas a la burocracia japonesa y que hace que esta sociedad sea menos permeable a la digitalización que otras. Los hankos son sellos de tinta que se utilizan para firmar documentos y rellenar formularios oficiales. Como realizan la misma función que las firmas tradicionales, cada ciudadano y empresa debe tener su propio sello oficial, lo que dificulta aún instaurar procedimientos burocráticos con firma digital.
Síndrome de Galápagos. Más que un síndrome en sí mismo se trata de un concepto que sirve para explicar por qué los japoneses tienen un comportamiento diferente o por qué hay determinados productos o mercados que solo funcionan en Japón. Esta idea nació cuando a finales de los 90, Japón lideraba el mercado de telefonía móvil, pero aun así era incapaz de hacer que sus terminales funcionasen más allá de sus fronteras. Los móviles japoneses habían sido diseñados con unas características que solo valoraban y apreciaban los japoneses.
De ahí que mientras la mayor parte de las potencias mundiales han desterrado el fax y cada vez apuestan más por el pago digital, Japón se mantiene en sus trece con sus billetes y documentos escaneados.
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