Lejos de los grandes focos, el mundo está repleto de pequeños grandes héroes que hacen de este planeta un lugar más acogedor en el que vivir. Sam Barsky es indudablemente uno de ellos. El hombre se dedica a coser jerseys en su casa de lugares célebres y no tan célebres del mundo, y después viaja a esos mismos lugares y se fotografía con sus pequeñas obras de arte. Duplica la realidad. Crea magia.
Su lienzo es el mundo entero y su creatividad no-conoce-límites, de ahí que le podamos ver posando alegremente con una réplica del Puente de Londres justo al lado del Puente de Londres o junto a una llama portando un vivaz estampado de llamas. Para Barsky, el mundo es lo suficientemente emocionante como para condensarlo en espantosos jerseys de lana, y lo que es aún más fabuloso, para duplicarlo en tiempo real, generando una dualidad que trasciende al espacio y al tiempo.
En su juego de metarrealidad, Barsky se ha convertido en una pequeña celebridad de los rincones más oscuros y felices de Internet, y su página de Facebook acumula 11.000 devotos seguidores que siguen con atención sus desventuras. En él, no sólo sube sus nuevas obras de arte y sus nuevos hallazgos filosófico-visuales, sino también vídeos tutoriales en los que podemos aprender a coser nuestros propios jerseys de horrible factura.
Su aspecto de telecomedia o de sitcom de dibujos animados hace el resto. Proyección física de un personaje de The Rugrats, Sam es un pequeño ídolo gracias a su obvio nulo talento a la hora de crear jerseys bonitos (muchos de ellos son camisetas XL, con mangas cortas, que le caen por debajo de la cintura de forma torpona), pero adorado por su bonhomía y por su carente sentido del ridículo. Barsky, que ya ha lanzado su línea de gorros, es tan entrañable como extravagante, tan torcido como auténtico. Es puro Internet.