En 1978 se instaura un régimen constitucional en España, que a la postre ha sido el más duradero de la historia de España. Una de las promesas de la nueva etapa democrática fue la descentralización de los poderes económico y político. En la época anterior ambos poderes estaban fuertemente enlazados uno al otro al ser la gran mayoría de las grandes empresas de titularidad pública o gestionadas por elementos muy cercanos al régimen.
El plan para la España democrática era descentralizar el poder político creando Comunidades Autónomas (CCAA) con parlamento y ejecutivos propios, y a su vez liberalizar la economía para ganar en competitividad de cara a la integración europea. Una de las particularidades del modelo autonómico es que salvo la excepción de País Vasco y Navarra, las CCAA no recaudan sus propios impuestos, si no que lo hace la hacienda central, que luego distribuye los recursos a las CCAA siguiendo ciertos criterios.
La definición de estos criterios, a la que solemos referirnos como el "modelo de financiación autonómica" ha sido fuente de un debate eterno entre supuestos "beneficiados" y "perjudicados" por el modelo de turno. En este artículo nos centraremos en ver qué efectos económicos a largo plazo ha traído el sistema autonómica, centrándonos en la concentración de la actividad económica.
España, más desigual hoy que en 1978
El siguiente cartograma presenta la evolución de la importancia relativa de Producto Interior Bruto (PIB) por comunidades autónomas desde 1980 (versión interactiva):
Para aquellos que desconozcan el tipo de visualización, un cartograma es un mapa que "deforma" los territorios en tamaño para representar una variable. En este caso la variable representada es PIB, por lo que cuando vemos un territorio contraerse en la animación significa que la importancia relativa de su economía en el conjunto del estado se ha reducido, que a primera vista parece ser lo que ha ocurrido con la mayoría de comunidades autónomas.
Para tener una idea más clara de la evolución de la descentralización económica desde el establecimiento de las CCAA podemos observar el índice de desigualdad Gini. Habitualmente este índice se utiliza para medir la desigualdad de riqueza entre individuos, pero matemáticamente es válido para medir nuestro objetivo: ¿está la economía más concentrada en ciertas comunidades de lo que lo estaba en 1981? Si miramos la evolución del índice, la respuesta es un sonoro SÍ.
Concretamente, podemos ver como la desigualdad entre comunidades no ha parado de crecer de forma casi constante desde mediados de los 80.
Todo este análisis está centrado en el Producto Interior Bruto de cada región, concretamente en su evolución a lo largo de los últimos 36 años. Una pregunta razonable es por qué nos hemos centrado en el PIB en términos absolutos en lugar de el PIB per cápita. Hay fundamentalmente dos razones. La importancia geopolítica de un territorio está asociada al volumen total de su economía (PIB) en mucho mayor medida que a su nivel de vida (PIB per cápita). Por esta razón, China es más relevante en el panorama internacional que Holanda, pese a tener esta última un nivel de vida varias veces mayor a la primera.
La personas, a lo largo de su vida, se trasladan en función de las oportunidades que encuentran en el nuevo entorno. Sirva el siguiente ejemplo para ilustrar la diferencia entre PIB y PIB per cápita en este sentido. Pongamos que una fábrica cierra en Avilés en 1983, y el estado gasta fuertemente en prejubilaciones que permiten a los antiguos trabajadores conservar, durante el resto de su vida, un nivel de vida muy similar al que tenían cuando estaban activos. Sin embargo, las nuevas generaciones de la zona ya no encuentran oportunidades y se ven obligadas a buscar trabajo fuera de la zona.
El PIB per cápita de la zona puede mantenerse constante o incluso subir, pero por la vía de la despoblación, que es un muy buen termómetro de la falta de actividad económica.
Madrid, el gran beneficiado
Habiendo establecido que la actividad económica del país se ha concentrado durante el período democrático, es interesante centrarse en qué regiones han ganado y perdido importancia económica durante el período. El siguiente gráfico muestra la pérdida o ganancia de peso específico en puntos de PIB.
Esta figura explica los resultados anteriores. La etapa democrática, a nivel económico, se puede resumir es una masiva centralización de la actividad económica en Madrid. Sólo las regiones donde el turismo de sol y playa tiene una importancia capital (Baleares, Andalucía, Canarias y Murcia) presenta saldo positivo, aunque limitado. Las grandes perdedoras son las comunidades industriales, con el País Vasco destacando cómo la comunidad que más peso específico ha perdido en el conjunto del Estado.
La pujanza de Madrid se puede entender por la atracción de las grandes empresas financieras nacionales (BBVA o Santander han movido sus centros operativos a la capital) y la captación de empresas de servicios de alto valor añadido vinculadas a las nuevas tecnologías como Indra, Everis, Ericsson, Lucent Technologies, Telefónica, Microsoft e IBM (esta última utiliza Madrid como cuartel general para Europa, África y Oriente Medio).
Los resultados presentados son sorprendentes si tenemos en cuenta que el periodo democrático ha sido para España el de mayor descentralización política de su historia moderna. A la hora de explicar esta aparente contradicción proponemos las siguientes hipótesis Por un lado, durante las etapas anteriores, el Estado central actuaba de forma paternalista con las regiones, distribuyendo de forma equitativa las grandes inversiones: de esta forma, la fábrica de Citroën fue a parar a Vigo, la de Ford a Almussafes (Valencia), la de Renault a Valladolid, etc.
En la España autonómica, las comunidades compiten entre sí por atraer las inversiones... Y los datos indican que siempre gana Madrid. Sirva como ejemplo reciente que los dos súper bancos españoles, BBVA y Santander, han decidido instalar sus sedes centrales (con más de 10.000 empleos directos cada una) en las afueras de Madrid, pese a tener ambas entidades su origen fuera de la capital (concretamente en País Vasco y Cantabria, ambas comunidades que ha perdido peso específico de forma significativa según el gráfico anterior).
Por otro lado, y pese a haberse convertido en muchos casos en el as de bastos de la política autonómica y local para ganar elecciones, el AVE y en general la gran inversión en infraestructuras de transporte no descentraliza la actividad económica, sino que la concentra en los nodos principales de la red. Posiblemente los alcaldes de Cáceres o Zamora (y sus electores), desconocen estos resultados, pero no por ello son menos claros.
Dado que la política en España (y en la UE) de los últimos 30 años ha consistido en que la iniciativa pública invierte fuertemente en infraestructuras y que Madrid ha sido la niña bonita de esa inversión (intente el lector como ejercicio coger un AVE que no empiece o termine en Madrid), es posible que este haya sido un factor de primer nivel a la hora de explicar los resultados anteriores. Si incluimos la red de carreteras, mayoritariamente radial y sobre la que circulan el 95% de las mercancías de nuestro país, podemos entender mejor datos insólitos como que Mercamadrid sea la segunda lonja mundial de pescados y mariscos después de Tokio, pese a encontrarse a 300 km del mar.
El procés, al tiempo que el sorpasso
En este gráfico observamos la evolución de las cuatro regiones más grandes de nuestra economía. En general vemos los patrones esperados en las cuatro. Crecimiento generalizado hasta el año 2000, muy acelerado de 2000 a 2008 y posteriormente la crisis y la década perdida.
También observamos un comparación interesante: del año 1996 al 2008 Madrid crece más rápido que Cataluña y la segunda está más afectada por la crisis, por lo que parece que en torno a 2011, Madrid alcanza por primera vez a Cataluña en PIB, fecha que coincide en el tiempo con el inicio del denominado procés. Nótese que estos datos llegan sólo hasta 2016, por lo que no vemos aún los posibles efectos de los problemas políticos del otoño de 2017, cuando la inestabilidad política provocó que algunas grandes empresas con sede en Cataluña salieran de la comunidad.
Las últimas proyecciones de BBVA y Funcas para 2018 coinciden en señalar que durante este año Madrid será por primera vez la primera economía del Estado.
¿Los madrileños, los grandes perjudicados?
No querría terminar este artículo sin hacer una reflexión que considero crucial: que la actividad económica se concentre en Madrid no implica que los habitantes de Madrid tengan una mayor calidad de vida.
La súper-concentración de la actividad de un país en una sola urbe se conoce como macrocefalia urbana y es propia de países en vías de desarrollo. Las megalópolis (al menos en la forma en las que las construimos hasta ahora) son energéticamente mucho menos eficientes, obligan a millones de personas a vivir en un entorno más contaminado, y hacen a las clases trabajadoras menos productivas por la cantidad de tiempo desperdiciado en transporte.
Una forma de aterrizar estos conceptos generales es el problema de la vivienda. Cada año, nuevos madrileños llegan desde las provincias en busca de oportunidades laborales. El problema es que esta movilidad geográfica no está inducida por una opción razonada de mejorar el nivel de vida o desarrollar una carrera profesional de alto nivel, sino a menudo porque moverse a Madrid (o Barcelona) es la única opción para acceder algún puesto de trabajo.
Los salarios son mayores que en el resto de regiones, pero la diferencia no compensa en absoluto el coste de la vida: en Madrid son necesarios ya más de 8 años de sueldo medio bruto íntegro para pagar la vivienda media, mientras que Asturias o Murcia esta cifra se mantiene por debajo de 5.
Imagen: J.J.Corr/Flickr
Los datos utilizados en este artículo proceden directamente de las series históricas de PIB publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los procedimientos de limpieza de datos y elaboración de resultados pueden consultarse en este repositorio de GitHub.
Gracias a Patricia y Maria Luisa por señalarme donde encontrar los datos dentro de ese bosque llamado INEBase, y a Luis por sus comentarios sobre los análisis.
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