¿Qué medidas tienen a su alcance los gobiernos europeos para frenar los contagios? Ocho meses después, el continente sigue sin una respuesta infalible. Francia, Bélgica o Irlanda han recurrido a nuevos confinamientos domiciliarios. Alemania ha cerrado cualquier espacio de socialización. España dispone de una catarata de medidas dispares en función de la comunidad, la mayoría de ellas cerradas perimetralmente. No hay soluciones sencillas, predecibles.
De modo que algunos países están experimentando. Y entre ellos destaca Eslovaquia.
¿Por qué? Porque su gobierno ha implementado una medida hasta ahora inédita en Europa: testear a la mayor parte de su población. Lo hizo durante las dos primeras semanas de noviembre y tras un comienzo del otoño desastroso. Su volumen de contagios se multiplicó entre septiembre y octubre, siguiendo un patrón ya experimentado por República Checa. A principios de noviembre y con más de 3.000 casos por día, su incidencia acumulada superaba los 600 por 100.000 habitantes.
Soluciones. Eslovaquia aplicó entonces el recetario habitual: restricciones de movilidad, trazabilidad, confinamientos, etcétera. Pero añadió un nuevo ingrediente: los tests de antígenos. El ejecutivo se propuso originalmente analizar a toda la población. El esquema final fue un poco menos ambicioso: más de 3,6 millones de eslovacos, alrededor de dos tercios del país, se sometieron a una prueba rápida. Entre la primera y segunda ronda de tests, Eslovaquia descubrió 57.000 casos ocultos.
Condiciones. Lo hizo entre la mirada suspicaz de parte de la comunidad científica. Los cribados masivos habían quedado en un segundo plano por dos motivos: requerían de la participación voluntaria de toda la población, condición que ha motivado el fracaso de las aplicaciones de rastreo; y planteaban un reto logístico, dada la tardanza de las PCR. Los antígenos solucionaban este problema. Son menos efectivos (~90% en función del estudio) pero ofrecen un resultado en quince minutos.
¿Cómo arreglar la participación? El gobierno estableció multas de hasta 1.650€ para todas aquellos que no pudieran acreditar su sometimiento al test. Aquellos que no desearan participar eran libres de hacerlo, pero a cambio debían guardar una cuarentena de 10 días en sus casas (bajo multa de otros 1.650€). Más de 20.000 sanitarios realizaron las pruebas en dos fines de semana alternos. Hubo colas. Pero para el 8 de noviembre Eslovaquia tenía una foto relativamente precisa de la situación.
Resultados. Más de 57.000 contagiados (todos ellos obligados a guardar una cuarentena de diez días tras conocer el resultado del test), a sumar a los 77.000 acumulados hasta el momento. Durante el primer fin de semana la positividad fue del 1,67%; durante el segundo, del Igor Matovič, atribuyó al cribado masivo. Es difícil cuantificar su impacto dadas las severas restricciones a la movilidad ya impuestas por el gobierno, pero es evidente que el experimento identificó y previno nuevos brotes.
La tendencia. El 22 de octubre, las autoridades eslovacas imponían un confinamiento parcial. Dos semanas después, el 6 de noviembre, su incidencia acumulada alcanzaba su pico: 612 casos por cada 100.000 habitantes durante los 14 días previos. Desde entonces, y coincidiendo con las pruebas masivas, ha caído rápidamente. Hoy se encuentra por debajo de los 470, una mejora sustancial que contrasta con la permanente crisis en la que parece hundida República Checa (más de 1.000).
Admiradores. La mejora de la situación coincide con las medidas más duras aprobadas por el gobierno en octubre. Y también con los tests de antígenos. ¿Cuál es la clave? Probablemente una mezcla de ambas. O al menos eso piensan los gobiernos europeos que se han fijado en el experimento eslovaco y que lo han catalogado de éxito rotundo. Entre ellos se encuentra Sebastian Kurtz, primer ministro austriaco. Aspira a testear a los 8 millones de austriacos (tras decretar otro confinamiento).
No es el único. Reino Unido envió a una delegación a Eslovaquia para observar en primera persona el programa; en Francia, Auvergne-Rhône-Alpes desea realizar pruebas masivas antes de Navidades; Alemania ya se está pertrechando con tests de antígenos; y en España, tanto Cataluña como Madrid, quien los lleva empleando con cierto éxito desde septiembre, quieren realizar ya cribados masivos.
Barreras. El caso eslovaco puede abrir la veda para una nueva estrategia. No está exenta de problemas. Como ilustra aquí el médico Javier Padilla, el principal riesgo es no llegar a las poblaciones más vulnerables (algo que hemos visto en todo el mundo, desde Singapur hasta el brote actual, originado quizá entre los temporeros migrantes de Aragón). Eslovaquia lo ha solucionado por la vía coercitiva, pero hay dudas de que sus ciudadanos tuvieran obligación legal de revelar datos sanitarios personales.
Esa barrera, más el rastreo, determinará el éxito futuro de cualquier programa de testeo masivo. Como mínimo, ya sabemos que es una vía abierta y disponible para todos los países.
Imagen: ZupaBa Vucba/Flickr
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