La era del refugiado climático: 135 millones tendrán que dejar sus casas por las sequías y los monzones

A pesar de que la ONU continúa sin reconocer oficialmente la figura del refugiado climático, el número de personas que cada año abandona su lugar de origen crece al mismo ritmo que lo hace la temperatura global del planeta. El calentamiento global es un hecho, pero sus consecuencias no afectan igual a todos los habitantes del planeta. Dependiendo de la zona geográfica y la situación económica de cada país el problema se evade o se aborda.

2045. Según el último informe sobre la desertificación emitido por Naciones Unidas, en 2045, más de 135 millones de personas se verán obligadas a desplazarse como consecuencia de la sequía y la degradación del suelo. Las olas de calor extremo, las inundaciones y la falta de agua ponen en jaque a zonas del sudeste asiático como la India o Nepal, donde los problemas de abastecimiento de agua cada vez son más recurrentes.

Sin recursos hídricos. Se estima que para 2020, 21 ciudades indias se quedarán sin agua subterránea. Actualmente, ciudades como Chenai con 5 millones de habitantes no tienen acceso directo a agua potable. Para poder subsistir, cada día llegan varios camiones cisterna para abastecer el consumo diario que el monzón y su variabilidad les han robado. Las lluvias del 2018 fueron especialmente escasas y, a estas alturas del verano, las reservas que quedan son casi inapreciables.

Al estrés hídrico que vive actualmente Chenai, en menos de un año y según este reportaje de la CNN ,se sumarán ciudades como Patiala, Mohali, Ajmer o Vellore, entre un listado de 21 localidades que se verán sin acceso al agua de sus acuíferos.

La agricultura y los monzones. Desde el siglo XIX, los científicos han sido capaces de prever la llegada del monzón y, en las últimas décadas, también la magnitud y características del mismo. Su estrecha dependencia con la agricultura convierte a este fenómeno natural en un bien del que dependen más de dos mil millones de personas en el sudeste asiático. ¿Problema? Cada vez resulta más difícil de predecir.

El aumento de la temperatura del océano Índico, la contaminación del aire y el incremento de la frecuencia con la que se produce el fenómeno del Niño está provocando que países como India o Nepal no puedan anticiparse a los efectos de los monzones actuales. ¿Resultado? Perdida de cosechas, muerte de ganado y desplazamientos civiles. Sin ir más lejos, el monzón actual y que previsiblemente durará hasta septiembre, ya ha provocado que más de 17.000 personas hayan tenido que huir de sus casas por las inundaciones.

Consecuencias globales. ACNUR lleva varias años advirtiendo que desde 2008, 21,5 millones de personas dejan sus casas a causa de inundaciones, tormentas, incendios forestales y temperaturas extremas. A esta alarmante cifra hay que sumarle que para 2050 la temperatura del planeta habrá subido una media de dos grados en todo el planeta y que el calentamiento global será una realidad irreversible.

Este aumento de la temperatura vendrá de la mano de la descongelación de los casquetes de hielo del polo y la consiguiente subida del nivel del mar. El paulatino hundimiento de la capital de Filipinas o la desaparición de varias islas del Pacífico son solo un anticipo de la apocalíptica situación que puede llegar y que países como Australia podrían tener que afrontar en calidad de receptores.

Soluciones. La Conferencia de Ginebra celebrada en 1951 sobre los refugiados solo contempla como tal a aquellos que huyen "por temores fundados de ser perseguidos por razones de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social o de opinión política". Hasta la fecha, este concepto no ha sido modificado y, por lo tanto, los ciudadanos que emigran motivados por los desastres climáticos no tienen derecho a protección internacional.

Para asumir esta nueva situación y proteger a los ciudadanos afectados por el rumbo de la naturaleza (incentivado en gran parte por el estilo de vida occidental) los organismos internacionales deben actualizar la legislación vigente para que países como Australia modifiquen su política migratoria y, sobre todo, para que el consumo y la producción actual estén alineados en base a una única finalidad: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran y agravan las consecuencias climáticas anteriores.

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