La cultura de la cancelación se ha convertido en una forma fácil de ascender, establecer conexiones sociales e identificar aliados y enemigos al aislar a las personas que han violado las “reglas ideológicas” que uno sigue. Y el hecho de que no sea una actividad solitaria, la convierte aún más en un arma poderosa. A la gente le gusta unirse contra un perpetrador, contra el diferente o el incumplidor. Si bien la reciprocidad puede aumentar el estatus de un grupo y acercar a los miembros, también causa lo contrario.
Ahora la gente busca con lupa las "fechorías" de los demás porque eso les ofrece una posición y cohesión social a bajo coste. Y esto es algo mucho más común en los jóvenes. Las generaciones de hoy están más dispuestas a dejar de hablar con alguien o “cancelarlo” si piensa diferente.
Intolerancia. Una investigación británica ahonda en la idea de que los jóvenes tienen cada vez más miedo de expresar puntos de vista controvertidos y la mayoría de ellos han excluido a alguien por sus opiniones políticas. Un estudio de Frank Luntz revela que el 52% de los adultos menores de 30 años confesaron haber dejado de hablar con alguien en persona o online debido a algo político que dijeron. Es decir, las personas más jóvenes están más dispuestas a "cancelar" las relaciones que las opiniones de alguien.
Más de un 33% de las personas de entre 30 y 49 años habían dejado de hablar con alguien debido a una postura política, y un 18% de las personas de entre 50 y 64 años lo había hecho. Eso llevó también a más de un tercio de los encuestados a decir que hoy tenían más miedo de expresar una opinión impopular que hace unos años.
Orgullosos de ser woke. La investigación también ahonda en la idea de que la “cultura woke” es una de las tres principales causas de preocupación entre los votantes. Su estudio revela que, si bien el 15% de las personas estaban orgullosas de ser woke, el 30% se oponía firmemente y un 27% adicional creía en sus objetivos, pero no le agradaba la forma en que el término se había politizado.
Por poner un ejemplo, el informe sugiere que la mayoría de los ciudadanos británicos estaban preocupados por la discriminación contra las minorías étnicas, pero a muchos les preocupaba también que se pasaran por alto los problemas que enfrenta la clase trabajadora blanca.
Un arma. En realidad, la cultura de la cancelación permite a las personas identificar quién es leal a su movimiento. Este artículo de Robert Henderson destacaba la idea de que señalar las supuestas irregularidades de otros obliga a las personas a responder. Y esto es perfecto para la coordinación social, porque crea desacuerdo sobre si una persona en concreto debe ser exiliada de nuestras vidas, o nuestro círculo.
Básicamente, si todos están de acuerdo en que el objetivo debe ser denigrado, entonces no hay forma de identificar al amigo del enemigo. Pero si algunos están de acuerdo y otros no, los miembros comprometidos del grupo pueden distinguirse de los adversarios. Aquellos que piden pruebas, cuestionan la gravedad de la transgresión o debaten la conveniencia de cancelar o no corren el riesgo de revelarse como infieles a la causa. Esto permite reclutar a los que asienten y atacar a los disidentes.
Estados Unidos es un buen ejemplo. Muchos estadounidenses no tienen una opinión sobre el fenómeno de la cultura de la cancelación. Y, sin embargo, los más jóvenes tienden cada vez más a estar más familiarizados con el término por sus experiencias. De hecho, el Partido Republicano lo está convirtiendo en parte de su manual de estrategias políticas. Y ya son los menores de 45 años del partido conservador los que están realmente preocupados por el fenómeno. Uno de cada 4 republicanos entre las edades de 18 y 44 lo enumeró como una de las principales preocupaciones, en comparación con solo el 1% de los demócratas en este mismo grupo de edad, según una encuesta de YouGov Blue.
Otra manera de debatir. Por ejemplo, un argumento que se blande en el partido es que los republicanos más jóvenes digan que temen ser condenados al ostracismo por sus opiniones políticas, a perder el estatus o el acceso a la sociedad. Los más jóvenes están moviendo cada vez más sus debates políticos por Internet. La mayoría hablan de política con sus amigos más de lo que se ofrecen como voluntarios para campañas o donan dinero, que es la forma en que la gente se ha involucrado tradicionalmente con la política.
Los jóvenes han crecido en una época en la que la política es más expresiva y conversacional en comparación con las generaciones anteriores. Y debido a que gran parte de esa conservación ahora se lleva a cabo virtualmente, también hay un debate sobre lo que es aceptable como parte de esa conversación. Es decir, cada vez hay más personas propensas a decir que autocensuran sus puntos de vista políticos, porque temen represalias.
Generaciones más solas, más encerradas. ¿Está esto causando una generación más solitaria con ganas de hacer menos amigos? Los millennials son los más propensos. La generación de las redes sociales es la que se siente más sola, según otra encuesta de YouGov, en comparación con sus homólogos de la Generación X y los Baby Boomer. Aproximadamente tres de cada 10 dice que les resulta difícil hacer amigos. La razón más común: timidez (53%). Otro 27% de los que tienen dificultades dicen que "no sienten que los necesiten". Un 26% dice que no tiene intereses comunes que puedan facilitar las amistades.
Precisamente porque la cultura de la cancelación funciona como una virtue signaling, excesiva exhibición de determinados valores morales o postureo ético, para ser aceptados dentro de un grupo, tiene más complicado ser una "cancelación" real. Los del otro grupo ni se enteran. Y tal vez no podamos hablar de una "ola de represión y puritanismo" estricta, con cancelaciones flojitas y el perdón, en ocasiones, por delante. Si no de una forma de congregación social bajo un mismo estandarte.
Imagen: Eloy Alonso (GTRES)