Antonio Fraguas de Pablo fue el más exitoso, y también el más longevo en su presencia pública, de cuantos humoristas gráficos surgieron de la España post-franquista. Iniciada su carrera en Pueblo a mediados de los sesenta, Forges contribuyó a forjar una legendaria generación de dibujantes en las páginas de Hermano Lobo o El Jueves, para convertirse en el emblema sempiterno de El País a mediados de los noventa.
Allí seguiría dibujando hasta el día de su muerte, hoy, a los 76 años.
De Forges se pueden decir muchas cosas, la mayoría de ellas buenas, y se pueden recopilar un montón de viñetas, a cual más ilustrativa. Fue un humorista, en cierto sentido, dos pasos por delante de los debates culturales de su tiempo (y así lo atestigua su excelente retrato de la figura femenina, de su dignidad y de su opresión), pero también un producto estrictamente deudor de su época, la Transición, y de los códigos políticos y morales a ella asociados.
Su carácter sardónico, su capacidad para crear un lenguaje interno siempre reconocible en todos sus personajes, su acidez dulcificada, la sensación de intensa bondad que desplegaba su cosmovisión humorística... Todo contribuyó a que Forges, al contrario que la mayoría de sus compañeros de generación, perviviera y continuara haciendo reír y pensar a quienes nacimos mucho después. Forges se mantuvo vivo porque su humor, mal que bien, era universal, ageneracional.
De entre todos sus trabajos, hay uno muy especial y atemporal: Historia de Aquí, una serie de cómics cortos que narra la historia existencial de aquello que llamamos España desde la Prehistoria hasta la contemporaneidad (su contemporaneidad). Dos volúmenes que, compilados, sirven de entry-level para todo aquel chaval o mente inquieta que desee acercarse al complejísimo pasado de las tierras ibéricas desde un punto de vista desenfadado y divertido.
Historia de Aquí, más que cualquier libro o producto audiovisual, tiene una capacidad casi única para capturar a un tiempo la sordidez, el surrealismo, la tragedia y la comedia involuntaria que envuelve de forma permanente a la historia de España o, mejor dicho, a la forma en que los españoles observan su propia historia. Es fatalista, es digno para con su pueblo, inmisericorde para con sus dirigentes, irreverente y sorprendentemente preciso.
Descanse en paz, Forges.
De cuando Dios puso a Iberia en la Tierra y, en fin
Vía.
De asedios y otras historias reseñables de aquí
Vía.
De cuando los romanos
Vía.
De cuando los bárbaros
Vía.
De aquella vez en la que Castilla se topó con Canarias
Vía.
De cuando la ilustración trató de poner orden y concierto y la Iglesia dijo lol
Vía.
De aquella ocasión en la que España invadió América
Vía.
O de aquella otra en la que alguien le dijo que existía América
Vía.
De aquella vez en la que Carlos III lo intentó todo, el hombre
Vía.
De aquel prohombre llamado Fernando de Aragón
Vía.
De cuando al toma de Granada y otras grandes epopeyas
Vía.
De aquel librillo sin importancia y de aquel siglo menor
Vía.
Del imperio y otros gloriosos fracasos
De aquellos nobles y un pelín asalvajados guerreros aragoneses
Vía.
De la vez en que Iberia se inundó de conocimiento árabe
Vía.
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