De tanto en cuanto la humanidad vive en tiempo real fenómenos geológicos inauditos. Sucedió hace seis años en las costas marítimas de Pakistán, cuando un terremoto de escala 7,7 germinó en una nueva isla volcánica de veinte metros de altura, noventa de ancho y cuarenta de largo. Aquel pequeño islote, un conjunto de sedimentos volcánicos acumulados a poca profundidad, recibió el nombre de Zalzala Koh, la "montaña del terremoto" en urdu, y pervivió allí hasta hoy.
Literalmente. Durante esta semana los medios de comunicación de todo el mundo han cubierto la virtual desaparición del islote. Zalzala Koh ya no se eleva sobre el nivel del mar. Ya no es observable a simple vista desde el golfo de Gwadar, ciudad marítima pakistaní. El efecto de las mareas y la erosión permanente de los mares ha provocado que, poco más de un lustro después de su surgimiento, la isla haya pasado a mejor vida. Más tarde o más temprano Google Maps tendrá que borrarla de su base de datos.
¿Por qué? Por un lado, la isla no ha desaparecido del todo. Lo ilustran a la perfección las imágenes tomadas por Landsat, uno de los muchos satélites que peinan y cartografían periódicamente todos los rincones de la Tierra, para la NASA. Aún hoy se pueden observar restos de Zalzala Koh dentro del Océano Índico, trazas de lava y barro en proceso de descomposición. La resistencia del islote, aún por debajo del agua, ilustra la lentitud de los procesos geológicos.
Las fotografías de la NASA son de lo más ilustrativas. En abril de 2013, meses antes de que el terremoto sacudiera el sur de Pakistán, no había rastro de porción de tierra alguna. El mar rehusaba ofrecer alguna pista sobre su futuro devenir. En septiembre, a los pocos días del seísmo, Zalzala Koh ya aparecía en todo su esplendor. Una isla claramente definida, de proporciones diminutas, una peca en el abismo oceánico.
Su surgimiento siempre estuvo acompañado de gran escepticismo por parte de los geólogos. Numerosos expertos advirtieron sobre lo banal de su creación. La isla, producto de sedimentos volcánicos acumulados, no tenía nada de especial. Otras habían surgido con anterioridad al albur de terremotos de gran escala. La más célebre es Malan, en Balochistán (también Pakistán), cuyo ciclo de aparición-desaparición se ha repetido tres veces en los últimos cien años (1948, 1999, 2010).
El destino de Zalzala Koh estaba sellado de antemano. Las olas y las mareas se la llevarían por delante. Como así ha sido. Lo que no significa que no vuelva a aparecer en el futuro.
Como explica un geólogo de la Universidad de Adelaida, Mark Tingay, a Earth Observatory, una publicación de la NASA, tales islas se forman cuando grandes cantidades de sedimento arcilloso se acumulan bajo la roca sedimentaria de la placa Euroasiática: "Las islas de barro volcánico se forman cuando la presión sobre los fluidos (sedimentos) se eleva tanto que fracturan las rocas bajo las que subyacen, permitiendo que barros y gases salgan hacia la superficie".
Es un ciclo que se repite en otros puntos del Índico y que deparará más Zalzala Koh en el futuro. Por el momento, sólo queda fascinarse por la pronta aparición y rápida descomposición de un pequeño islote formado por sedimentos volcánicos y que, durante un periodo muy pequeño de la historia geológica, gozó de la atención de la humanidad. Aunque ahora Google tenga que borrar su estela hasta más ver.