No estamos dando la última primicia si decimos que compramos demasiadas cosas, pero sí es cierto que esta cuestión, tal vez por formar ya parte de nuestras vidas, a veces se vuelve invisible.
Antes de la recesión, el consumo por estadounidense era de 65 piezas de ropa al año. Es un incremento considerable si tenemos en cuenta que en los años 90 estaban comprando 40 piezas de ropa. Nosotros no les andamos muy lejos: consumimos 34 prendas y tiramos 14 kilos de ropa. Por persona. Cada año.
Las últimas cifras han dado un mínimo despunte de la tendencia, lo que ha llevado a muchos medios a propagar que la gente se ha cansado de comprar moda efímera y se está pasando a apreciar mejor cada prenda de ropa de su armario. Sea esto cierto o no, lo que sí ha cambiado con respecto a épocas anteriores es que el principal salvoconducto del mercado de consumo: su infinita capacidad para generar bienes innecesarios sin consecuencias está llegando a su fin.
China, cuyas incineradoras y basureros funcionaban como última fase del ciclo de producción consumista de occidente, ha dejado de comprar basura, y los países que están cubriendo esta necesidad tampoco lo harán para siempre. La capacidad de los países pobres de comprar emisiones contaminantes va a ir decreciendo a medida que mejore su economía. Y, por mucho que Estados Unidos haya decidido desvincularse del Acuerdo de París, no está tan lejos el futuro donde el peso económico de un sistema altamente contaminante sea mayor que una racionalización de los recursos.
Aquí van algunas de las cifras del cuadro actual que harán que dejemos de ver las tiendas de ropa como simples espacios de placer y más como una industria con una lógica de consumo irracional e insostenible:
- Al año se fabrican 150.000 millones de prendas. Es decir, 62 millones de toneladas de ropa y complementos.
- Del total de ellas el 30% se venden rebajando su precio original.
- Y otro 30% nunca llega a venderse.
- Ese 30% es una distorsión entre la oferta y la demanda que le cuesta a este sistema 210.000 millones de dólares anuales (si al coste unitario se le aplicase también su impacto medioambiental esta cifra sería mucho mayor).
- Y 460.000 millones de dólares es lo que la economía mundial pierde cada año por las prendas que la industria y la gente tira cuando podrían seguir usándolas perfectamente.
- El 50% de la ropa que fabrican las cadenas de fast fashion (H&M, Zara) acaba en la basura en menos de un año.
- Eso son 12.8 millones de toneladas de desperdicios que van a parar a vertederos de todo el mundo.
- En la basura… o en las incineradoras. Aunque no lo reconocen, mucha de esta ropa, que no encuentra salida en otros mercados o como donativos a los desfavorecidos, acaba generando nuevas toneladas de co2 al ser quemada.
- ¿Cuantas toneladas de CO2? Demasiadas. Quemar un kilo de ropa supone generar 1.36 kilos de dióxido de carbono por megavatio hora. Es más contaminante que quemar carbón (1.13 kilos por megavatio hora) o gas natural (61 kilos por megavatio hora). De un bien que se ha producido de forma innecesaria.
- Para 2030 la industria de la moda perderá a nivel mundial 52.000 millones de dólares de beneficios sólo por la inversión que tendrán que hacer para afrontar su sobreproducción y el crecimiento de los costes laborales.
- Y, si las predicciones de consumo y población se mantienen, pasaremos de producir 62.000 millones de toneladas de ropa a producir 102.000.
- El occidental medio solo se pone una prenda entre 7 y 10 veces antes de tirarla o tenerla guardada acumulando polvo.
- A día de hoy, la industria textil es la segunda más contaminante del mundo, por delante de la ganadera y sólo por detrás de la petrolera.
- Ella sola es la responsable del 20% de todos los tóxicos que se vierten en el agua.
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