Un futuro por el que luchar: todas las veces que la ciencia ficción ha soñado mundos sin desigualdad entre hombres y mujeres

«Mundos libres de sexismo, mundos en los que las contribuciones de la mujer (a la ciencia) sean reconocidos y valorados, en los que se reconozca la diversidad del deseo y la sexualidad femenina, mundos que se muevan más allá del género». Gary Westfahl, uno de los mayores expertos en ciencia ficción, estaba convencido de que «ningún otro género invita tan activamente a crear recreaciones de las metas finales del feminismo». Y no le falta razón.

Ningún otro género ha tenido un papel tan importante «como puentes entre la teoría y la práctica», entre los sueños de igualdad y la posibilidad real de conseguirla. Por eso nos hemos preguntado por esos mundos, por esos futuros a los que aspirar. ¿Qué dice sobre nosotros mismos la ciencia ficción que construye mundos donde somos iguales?

Al principio, fue una mujer

No es gratuito hablar sobre la mujer y la ciencia ficción. Hace ahora 200 años, el 1 de enero de 1818, la pequeña editorial londinense de Lackington, Hughes, Harding, Mavor & Jones llevó a imprenta la primera novela de ciencia ficción moderna: 'Frankenstein', un libro que rompía las costuras de la novela gótica inglesa y las recomponía de una forma nueva. Y, esto es crucial, con ayuda de la ciencia.

El libro fue publicado anónimamente y en seguida se convirtió en un éxito de público y crítica. Aunque hubo algunas críticas moralistas, The Belle Assemblée lo describió como «una ficción muy audaz», Blackwood's Edinburgh Magazine alabó «el genio original del autor y el feliz poder su expresión» y la Edinburgh Magazine and Literary Miscellany publicó que estaba deseando ver «más producciones del autor».

Ante tal éxito, no tardó mucho en transcender la identidad del autor. De la autora, mejor dicho. 'Frankenstein' había sido escrito por una jovencísima muchacha de 20 años, Mary Shelley.

Con eso en mente, The British Critic le dedicó una reseña que acaba con estas palabras: «El escritor de esto es, según entendemos, una mujer; esto es un agravante de lo que es el fallo predominante de la novela; pero el hecho de que nuestra autora puede olvidar la dulzura de su sexo, no es razón para que nosotros debamos hacerlo también; así que, por lo tanto, descartaremos la novela sin más comentarios». The Literary Panorama and National Register lo tachó de "débil imitación de las novelas de Mr. Godwin" escrita por la "hija de un célebre novelista viviente". Les faltó decir que era, precisamente, la hija de Godwin.

«Una idea tan espantosa»

En términos generales, 'Frankenstein' no fue una obra feminista. Sin embargo, su fuerza literaria (y la reacción de la élite cultural a ella) provocó, a la vez, dos cosas: el nacimiento de la ciencia ficción propiamente dicha y el del prejuicio social de que ese nuevo género no era cosa de mujeres. La misma Shelley se llegó a preguntar años más tarde «cómo siendo una joven niña, pudo llegar a pensar una idea tan espantosa».

Con honrosas (y muy interesantes) excepciones tanto en literatura ('NEQUA o el problema de las edades', 'El sueño de la Sultana' o 'Dellas') como el cine (la guionista de la famosísima 'Metropolis' fue Thea Von Harbou), lo cierto es que esa idea caló hondo y durante más de un siglo la mujer solo aparecía en la ciencia ficción como una comparsa sexualizada y estereotipada de los personajes masculinos.

Esta tendencia alcanzó su pico máximo en los años 20 y 30 del siglo XX y provocó como reacción, que, a lo largo de los 50 y los 60, las autoras femeninas como Judith Merril, Alice Eleanor Jones o Shirley Jackson se fueran incorporando a la ciencia ficción buscando el tipo de historias que ellas mismas querían leer.

Pero no fue hasta hace apenas 50 años cuando el movimiento feminista se dio cuenta de que si la ciencia ficción era la forma en que una sociedad proyecta sus sueños y ambiciones en el futuro, la lucha contra la desigualdad necesitaba la ciencia ficción.

La ciencia ficción habla de nosotros

Metropolis (1927)

«Escribiré mi informe como si contara una historia, pues me enseñaron siendo niño que la verdad nace de la imaginación», así comienza 'La mano izquierda de la oscuridad' de Ursula K. Le Guin y lo cierto es que pocas primeras frases han sido tan programáticas. Decía Richard Rorty que la literatura tiene la misión de ampliar la imaginación moral de la gente, ayudarles a convivir entre ellos.

Y 'La mano izquierda de la oscuridad' con su radical aproximación a las ideas sobre género e identidad sexual, cumplió ese papel a la perfección. Junto al ‘El hombre hembra’ de Joanna Russ y 'La mujer en el límite del tiempo' de Marge Piercy son parte de una nueva ciencia ficción que, en palabras de Lisa Tuttle, quiere «ser subversiva y expandir mentes».

Durante los años 70, con el boom de la segunda ola del feminismo, la literatura especulativa se convierte en un laboratorio donde reconstruir una y otra vez todo lo que tenía que ver con el género y donde se empezaban a abrir nuevos territorios sobre interseccionaldiad ('Kindred' de Butler o 'Babel-17' de Delany), libertad sexual ("Time Considered as a Helix of Semi-Precious Stones" también de Delany) o la 'batalla entre los sexos' ('Houston, Houston, ¿Me recibe?' de Tiptree).

Ese entusiasmo acabó en los 80 y la publicación del hoy famoso 'Cuento de la Criada' de Margaret Atwood del mejor ejemplo de cómo el optimismo feminista se convertía en una desazón ante lo que se vivía como un retroceso social, legal y cultural. El relato de cómo una catástrofe ambiental y política, desemboca en una sociedad donde las mujeres pasan a ser meros "recursos reproductivos" no deja de ser una metáfora de los miedos de aquella época.

¿En qué mundo vive hoy la ciencia ficción feminista?

Vivimos tiempos extraños. Algunas de las principales sagas de ciencia ficción y fantasía del momento ("Los juegos del hambre", "Divergente" o la nueva trilogía de "Star Wars") están protagonizados por personajes femeninos. Sin embargo, pese su labor en la reconfiguración de los roles de género, no dibujan un futuro igualitario al que aspirar.

Por el otro lado, junto a estas grandes franquicias, conviven series como "El cuento de la Criada" o "Westworld" (y novelas como 'El Poder' de Naomi Alderman o 'Recoge a tus hijas' de Jennie Melamed) que transitan justo el camino contrario y realizan una crítica frontal a una violencia estructural de la sociedad se ceba especialmente con las mujeres.

Como sostenía Alba Varela, del colectivo Librería de Mujeres: “la ciencia ficción feminista no muestra el escenario que podríamos conseguir gracias a políticas de igualdad, sino que dibuja, a modo de advertencia, el mundo que nos tocará vivir si ignoramos el feminismo”. Al menos, esa es la ciencia ficción feminista que vemos hoy por hoy.

En cierta forma, la literatura especulativa feminista ha abandonado la construcción explícita de "mundos por los que luchar" y, como muestran algunas obras como 'Redwood y Wildfire' de Andrea Hairston (ganadora del premio Tiptree de 2011), ha acompañado al nuevo feminismo en su viaje al corazón de las relaciones humanas para repensarlas desde una óptica distinta. No deja de ser otra forma de reivindicar el futuro.

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