Hacer bien tu trabajo ya no es suficiente para mantenerlo: la incómoda verdad sobre el futuro laboral

Un libro de 2010 sobre cómo destacar en el trabajo cobra nuevo sentido en la era de la IA: ya no basta con ser competente, hay que ser irreemplazable

Hace poco volví al libro '¿Eres imprescindible?', de Seth Godin. En él habla de cómo destacar en el mundo laboral actual. Y aunque es de 2010, catorce añazos tiene, sus ideas parecen incluso más relevantes hoy día que en el momento en que se publicó.

La automatización, la IA y la permanente incertidumbre económica han acelerado la transformación que Godin anticipó: ya no basta con ser competente y seguir instrucciones.

La premisa principal es simple pero potente: en un mundo donde lo rutinario puede ser automatizado o tercerizado, el valor real está en hacer lo que las máquinas no pueden hacer (al menos de momento). Innovar, conectar ideas de formas no evidentes, resolver problemas complejos que requieren juicio humano.

¿Cómo se traduce esto en la práctica? Estos son los principios clave que cualquier profesional debería valorar, a partir de las ideas de Godin y su contraste con la realidad de hoy día:

  1. Hay que dejar de pensar en términos de "descripción del puesto". Los roles más valiosos hoy en una empresa son los que las personas pueden definir y expandir por sí mismas. Sin esperar a que alguien les diga qué hacer, simplemente identificando los problemas que nadie está resolviendo y comenzando a resolverlos.
  2. Cultivando nuestro "genio". Es un término que usa Godin para hablar de la intersección única entre nuestras habilidades, nuestras experiencias y nuestras perspectivas. La clave no es ser el mejor en algo concreto, sino desarrollar una combinación única de habilidades que nos haga difíciles de reemplazar.
  3. Superando la resistencia. Entendiendo "resistencia" como el diálogo interno que nos ancla a donde estamos. La seguridad no está en hacer lo mínimo necesario, sino en tomar riesgos calculados y aprender constantemente.
  4. Facilita conexiones. En un mundo hiperespecializado, quienes pueden tender puentes entre disciplinas, departamentos y organizaciones ganan valor.

Godin va más allá de esto para tocar algo más profundo: la necesidad de ver nuestro trabajo como un arte. Aunque no escribamos ni pintemos. Simplemente vale con tener la capacidad de aportar creatividad y humanidad a cualquier tarea.

La ironía es que volverse imprescindible requiere hacer cosas que al principio parecen prescindibles, como experimentar con nuevos enfoques, cuestionar procesos ya establecidos o proponer ideas que pueden naufragar. Pero en ese territorio por explorar es donde está la oportunidad de crear algo único.

No obstante, hay un aspecto que Godin no enfatiza lo suficiente: la necesidad del equilibrio. Ser imprescindible no puede significar trabajar siempre salvo cuando estemos durmiendo, o sacrificar nuestro bienestar y nuestra vida más allá de lo laboral. De hecho, el agotamiento es el enemigo de la creatividad y la lucidez.

Son ideas que suenan idealistas, pero son muy prácticas. La única seguridad real viene de nuestra capacidad para crear valor de formas inesperadas. Ser irremplazable es imposible, pero sí podemos aspirar a ser tan valiosos que seamos la última opción que alguien considere sacrificar.

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