'Un ascensor al espacio': un libro para emocionarse (con cautela) con la tecnología que viene

Hay libros con los que, además de aprender un montón, no dejas de sonreír o reír abiertamente cada pocas páginas. Son libros, por ejemplo, como 'Breve historia de casi todo', de Bill Bryson, 'La importancia del tenedor', de Bee Wilson, 'El cánon', de Natalie Angier, 'Cuestión de sexos', de Cordelia Fine o Glups, de Mary Roach.

Lo más difícil es hacerte reír en cada página, a veces, incluso, cada dos párrafos, a la vez que todo lo que lees dilata tus pupilas estimulado por el más puro sentido de la maravilla. Eso es lo que consigue este delicioso 'Un ascensor en el espacio', escrito al alimón por el matrimonio Kelly y Zack Weinersmith.

Reír y aprender

Como decía Jorge Wagensberg, no hay que confundir rigor científico con rigor mortis. Kelly y Zack se han aprendido al dedillo esa lección, hibridando una suerte de monólogo de 400 páginas que podría triunfar en cualquier Pint of science a la vez que te enseñan con rigor y buenas dosis de distanciamiento escéptico los pros y los contras de las nuevas tecnologías que nos vienen encima (o quizá nunca lleguen, como los coches voladores de Back to the Future).

Por si fuera poco, ese puñado de guiños al lector, anécdotas descacharrantes, juegos de palabras, y la completa sensación de que ambos autores son tus colegas de toda la vida, se suma que el libro está jalonado de tiras cómicas. Algunas de ellas especialmente brillantes.

Así que si únicamente quieres leer un libro para reír y echar la tarde, éste es tu libro. Quieras o no, por el camino habrás aprendido una buena dosis de astrofísica, ingeniería, ciencia de materiales, medicina, minería de asteroides y una larga lista de disciplinas científicas y tecnologías.

Un ascensor al espacio habla del futuro. Del que está a la vuelta de la esquina, del que nos espera en unas décadas o siglos, y del que quizá nunca llegue. Porque, a pesar de la pasión contagiosa que despliega a la hora de introducirte en conceptos y artefactos propios de 'Star Trek', los autores son muy comedidos vertiendo afirmaciones excesivamente optimistas.

De hecho, la mayoría de tecnologías presentadas, a pesar de que consiguen acelerarte el corazón cuando descubres sus posibilidades, también te ponen los pies en el suelo: todo es difícil de lograr, hay muchas trabas invisibles y el progreso no siempre es una línea de A hacia B perfectamente recta y visible, sino más bien una especie de raya desdibujada y zigzagueante, casi un garabato.

Ésa es quizá la mayor virtud de este libro, y que se pone por encima de muchos otros que presentan el desarrollo tecnológico como algo constante y siempre para mejor, como 'Abundancia', de Peter H. Diamandis, 'Futuro Perfecto', de Steven Johnson, 'El mundo que viene', de Juan Martínez-Barea o 'Ciencia optimista', Josep Maria Mainat.

Eso, naturalmente, no debería desalentarnos. Al igual que no solemos acertar a la hora de pronosticar si lograremos hacer funcionar una nueva tecnología, nuestra bola de cristal también es incapaz de descubrirnos las ramificaciones que tendrán lugar gracias a tecnologías en apariencia poco espectaculares. Por ejemplo, ¿alguien se pudo imaginar cómo cambiaría el mundo unos años antes de que apareciera el primer iPhone?

Ciencia ficción

Este libro, pues, no es optimista. Pero tampoco es pesimista. Creo, más bien, que es un libro inspirador (o extremadamente optimista si lo comparamos con el cine de ciencia ficción actual, poblado de fríos robots, telecomunicaciones deshumanizadoras o monstruosidades genéticas). De hecho, desde Xatake les preguntamos a los autores si creían que la ciencia ficción nos ayuda a inspirarnos a nivel tecnológico o, por el contrario, deposita demasiadas ideas equivocadas en nuestras cabezas:

¡Las ideas equivocadas no siempre son malas! Nada afila tanto una discusión como el debate. E incluso cuando la ciencia ficción se equivoca, puede inspirarnos o puede actuar como una advertencia contra futuros peligros. Recordemos que Leo Szilard, quien propuso por primera vez el mecanismo para fabricar bombas atómicas, y que más tarde fue un defensor de ellos, ¡tenía el libro rojo de HG Wells sobre la guerra atómica de 1913!

Aclarado esto, ¿qué tecnologías podemos encontrar en el volumen? Pues se han repartido en varios volúmenes. En el primero, encontramos tecnologías como las que dan título al libro, es decir, estrategias para llegar al espacio a un coste más bajo, así como la posibilidad de concebir una explotación minera de los asteroides.

Ambas ideas, si bien nos parecen muy plausibles gracias a las películas y novelas de ciencia ficción que nos han acompañado desde siempre, son realmente muy difíciles de llevar a cabo. Los obstáculos que deberíamos superar primero, y los riesgos que habría que tener en cuenta más tarde, superan con creces nuestras capacidades tecnológicas como civilización... al menos por mucho, mucho tiempo.

En la segunda sección, encontramos algunas vías para convertir la materia en energía (energía de fusión), programar la materia, construcción de robots, realidad aumentada y biología sintética. De nuevo, los escollos a los que debemos enfrentarnos raramente nos vienen a la cabeza, porque en el imaginario popular todas estas ideas parecen bastante plausibles. Con todo, se abren algunas posibilidades ciertamente emocionantes a corto o medio plazo.

La tercera sección está centrada en el transhumanismo: medicina de precisión, bioimpresión, interfaces cerebro-ordenador... todo, también, fascinante. La logevidad matusalénica, incluso la inmortalidad, parece estar a la vuelta de la esquina (y quizá esté justo ahí), pero las trabas económicas, burocráticas y sociológicas tienen una larga, larga sombra.

Kelly es profesora adjunta del departamento de biociencia de la Universidad Rice, en Houston, donde estudia los parásitos que manipulan el comportamiento de los pacientes. Por su parte, Zach es conocido por su célebre webcomic 'Saturday Morning Breakfast Cereal', donde aborda asuntos como dios, los superhéroes, la ciencia o el sentido de la vida. Juntos, son capaces de ampliar sus capacidades para concebir libros tan maravillosos con éste.

Dada su capacidad para emocionarse con la ciencia y la tecnología sin perder el norte y asemejarse a vendedores de crecepelo o cualquier otra pseudociencia, desde Xataka les hemos preguntado qué tecnología creían que tenía más visos de convertirse en realidad. O, al menos, cuál les emocionaría más que se hiciera realidad. Esto fue lo que nos respondieron:

Dos de las tecnologías que discutimos en el libro ya están en una etapa rudimentaria: cohetes reutilizables y realidad aumentada. SpaceX está mejorando cada vez más en la reutilización de cohetes, lo que tiene el potencial de reducir el coste de los viajes espaciales hasta en un 90%. La mayoría de los grupos de lanzamiento de cohetes tienen que destruir el cohete como parte de lanzar objetos al espacio. Como analogía: imagina que cada vez que vuelas desde Madrid a Londres, tienes que destruir el avión al final. ¡Esos pasajesserían bastante caros! Los cohetes reutilizables significan que el espacio móvil se desplaza más cerca del transporte aéreo. Por su parte, la realidad aumentada ya tiene algunos usos populares, especialmente Pokemon Go. Y varias compañías están trabajando para usar esta tecnología. Hasta ahora, estamos en los primeros días. Pero, puedes imaginar un futuro donde, por ejemplo, los Pokémon no solo flotan sobre el suelo, sino que hacen sonidos apropiados para cualquier superficie sobre la que caminan, y proyectan sombras en el mundo 3D detrás de ellos. En resumen, quizás en el futuro habrá realidades aumentadas tan bien diseñadas que podamos sentir que habitamos un mundo mágico.

Como después de zamparos este libro seguramente vais a sufrir síndrome de abstinencia, también les hemos preguntado a Zack y Kelly qué otros divulgadores admiran a fin de que nos encontremos un libro tan inspirador como el suyo:

Hay muchos grandes comunicadores de ciencia. Randall Munroe hace un trabajo maravilloso al presentar la ciencia y la tecnología de una manera divertida. Mark Miodownik es un brillante narrador de conceptos de ciencia de materias difíciles. Peter Wohlleben es un poeta científico en un momento en el que no parece valorarse mucho la poesía. Mary Roach es un tesoro único, que siempre sigue su propio camino.

Es una alegría doble, pues. La primera, porque podemos leer libros como 'Un ascensor al espacio' con una sonrisa perpetua en la cara mientras el cerebro no deja de iluminarse sinápticamente como un árbol de navidad. La segunda, porque cada vez hay más autores que consiguen hacerlo, y las sugerencias de Kelly y Zach son buena prueba de ello.

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