“Es terrible ver el enorme incendio en la Catedral de Notre-Dame de París. Quizás con aviones cisterna podría ser sofocado. ¡Hay que actuar rápido!”. Las palabras son de Donald Trump. El Presidente de Estados Unidos no podía entender cómo era posible que Notre-Dame estuviera ardiendo y no hubiera decenas de aviones, helicópteros o mangueras echando agua sobre la Catedral.
No fue solo cosa de Trump, claro. Las redes sociales y las conversaciones de la tarde de ayer se llenaron de incomprensión sobre la estrategia de los bomberos, por eso nos hemos preguntado, ¿Por qué no usaron aviones para apagar el incendio? Más a más, ¿por qué no se usan ese tipo de medios para hacer frente a los endiablados incendios urbanos?
Una pésima idea
Unas horas después del polémico tuit de Donald Trump, la Protección Civil francesa explicó que "todos los medios estaban siendo usados menos el avión porque técnicamente era inadecuado para extinguir este tipo de incendios". Según explicaban, el despliegue de estos aviones diseñados para combatir incendios forestales sería peligroso en un área urbana.
En primer lugar, porque "la caída de toneladas de agua desde el aire en un edificio de este tipo podría provocar el colapso de toda la estructura". Y no solo por la fuerza del impacto (que también). Como explicaba en El País Javier Ribera Blanco, catedrático de Historia y restauración arquitectónica y subdirector del Instituto de Patrimonio Cultural, la piedra absorbe la humedad y aumenta su peso, por lo que podría desplomarse todo el conjunto. “En León pasó lo mismo hace cincuenta años. El cantero dio la voz de alarma, se evitó mojar la piedra y la catedral se salvó”, explicaba.
En segundo lugar, por los riesgos de usar sistemas diseñados para combatir incendios forestales que se extienden a lo largo de hectáreas y hectáreas del territorio. Son capaces de precipitar mucha agua, pero son terriblemente imprecisos. Y eso, en un ámbito urbano, con cientos de bomberos, policías, sanitarios y civiles en el terreno podría tener consecuencias lamentables. Un solo fallo podría acabar con decenas de heridos.
Entonces, ¿Cómo se apaga un fuego de este tipo?
El primer problema, como señalaba el especialista Gregg Favre, es la forma en que están construidas iglesias como Notre-Dame. Son estructuras que, aunque parecen son piedra, utilizan cantidades enormes de madera para compensar el peso y que no tienen dispositivos pasivos para frenar (o dificultar la extensión de) fuegos como el de ayer.
Eso da cuenta de la complejidad de apagar un fuego de este tipo. Como, por lo que sabemos el incendio se había iniciado en el techo, los bomberos se vieron obligados a concentrarse en salvar las zonas que podían no verse afectadas con una buena intervención. La complejidad de acceder a la cubierta o a la aguja era tal que impedía actuar sobre ellos.
Como explicaba Favre, la estructura y altura de la Catedral hacían complicado incluso tratar de apagarlo con mangueras porque, para conseguir un ángulo apropiado, se necesitaría meter a los bomberos dentro del edificio en llamas. No hace falta decir que meter a decenas de personas con pesadas (y poco manejables) mangueras en una zona con peligro de desprendimiento es un peligro en sí mismo.
Todo esto sin contar con un pequeño detalle: en un incendio debe primar la seguridad de las personas. Es decir, la prioridad desde el mismo momento en que se detectó el incendio fue localizar a todas las personas que podían estar dentro de la Catedral y evacuarlas si fuera necesario. Posteriormente, se tenían que trazar un plan para extinguir el fuego a la vez que se protegía todos los tesoros y riquezas que guardaba Notre-Dame.
Como señalaba Ribera Blanco, en muchas partes del edificio lo sensato, la acción correcta, era aguantar sin hacer nada hasta que el fuego se consumiera. Es desesperante, es trágico, pero era la mejor manera de asegurar el siguiente paso: la reconstrucción de uno de los símbolos más importantes de Francia.
Imagen: gtresonline
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