Albert Einstein fue uno de los precursores clave del Proyecto Manhattan. Aunque el físico de origen alemán no tomó parte en el proyecto, una carta suya al presidente Roosevelt en la que recomendaba iniciar el proyecto de desarrollo de la bomba atómica, más tarde acabaría arrepintiéndose: “de haber sabido que los alemanes no lograrían desarrollar la bomba, no habría hecho nada”.
En una situación semejante se las vió otro físico, Joseph Rotblat, el hombre que abandonó el proyecto Manhattan.
La relación de Rotblat con el proyecto de desarrollo de la bomba atómica puede contextualizarse a través de su biografía. Rotblat nació en 1908 en Varsovia, entonces bajo la ocupación del imperio Ruso (como Marie Curie, con quien coincidió brevemente, relata).
Como explicó en una entrevista para la BBC en 1998, la Primera Guerra Mundial llevaría a su familia a la pobreza, hecho que lo llevaría hacia sus postulados pacifistas.
Rotblat escapó en 1939 de la invasión alemana por casualidad, al desplazarse a Inglaterra para trabajar en la Universidad de Liverpool. Su mujer y muchos de sus compañeros polacos fueron asesinados durante la guerra y el holocausto.
En la misma entrevista a la BBC Rotblat respondía a la evidente pregunta: ¿por qué un pacifista entraría a formar parte del proyecto Manhattan? La respuesta del científico fue que, precisamente, si trabajó en la creación del arma fue, curiosamente, para que ésta nunca se usara. Lo que Rotblat tenía en mente es eso que hoy llamamos estrategia de la disuasión nuclear.
Y es que uno de los eventos clave en el camino hacia la tecnología nuclear (tanto la de uso civil como la bélica) se dio en 1938 en plena Alemania Nazi. Otto Hahn y Fritz Strassmann fueron los responsables del experimento que logró dividir el átomo del uranio, liberando una inmensa cantidad de energía y dando así pistoletazo de salida a la carrera nuclear.
Caminos alternativos a Oppenhaimer
Este evento fue el que inspiró a Einstein a escribir a Roosevelt un mes antes de la invasión de Polonia. El miedo a que la Alemania Nazi lograra la bomba también es el que llevó a Rotblat a “alistarse” en el proyecto científico-militar de la década.
Rotblat creía que si los aliados lograban la bomba a la par que los alemanes, lograrían disuadir a estos de su uso con la amenaza de la represalia nuclear. Al contrario que Einstein, que sólo pudo contestar con un “ay de mí” que pasaría a los libros de historia, ya que su contribución al proyecto Manhattan (tanto la epistolar como la teórica) había finalizado antes de empezar el proyecto, Rotblat tuvo la capacidad de dar marcha atrás.
En 1944, cuando la victoria aliada en Europa era cuestión de tiempo y estaba ya claro que los científicos del eje no conseguirían la bomba atómica para los nazis, Rotblat tomó la decisión de abandonar el proyecto Manhattan.
El problema surgió cuando la “guerra fría” sucedió a la la Segunda Guerra Mundial. Durante este periodo el pacifismo de Rotblat le llevaría a compartir otra curiosa característica con Einstein: la de convertirse en sospechosos de espionaje.
En el caso del alemán, su militancia socialista probablemente fuera el principal motivo de los estadounidenses para la sospecha. En el caso de Rotblat fue su pacifismo el que le ganara la condición.
Sin embargo la militancia pacifista de Rotblat gozó del reconocimiento de la comunidad científica: recibió el premio Nobel de la paz en 1995, compartido con las Conferencias Pugwash, un ciclo de conferencias que aunaban lo científico con asuntos internacionales. Entre sus promotores se encontraban el propio Albert Einstein y el filósofo y matemático Bertrand Russell.
Curiosamente Rotblat no fue el primer científico en recibir el premio Nobel de la Paz por esta militancia en contra del uso armamentístico de la energía nuclear. Casi tres décadas antes, el estadounidense Linus Pauling recibía este galardón, conviertiéndose en la primera (y por ahora única) persona en recibir un Nobel en ciencias (el de química de 1954) y el de la Paz.
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Imagen | Los Alamos National Laboratory / United States Department of Energy
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