¿Quién iba a decir que en las plumas de las aves se esconde un mundo tan complejo? "¡Y pensar que esto es una mínima parte de lo que hay en un gorrión!". Esto comentaba Jorge Doña, un prometedor investigador predoctoral en la Estación Biológica de Doñana, cuando le preguntamos, fascinados, por su trabajo.
La evolución puede ocultar sus secretos en el interior de las alas de los pájaros. Y el papel de los investigadores como Jorge es desentrañarlos, allanando el camino del conocimiento. Hace unos meses, Doña recibía un reconocimiento en el Premio Joven a la Cultura Científica por un interesante trabajo sobre simbiontes y su coevolución. Desde Xataka hemos querido conocerlo para entender qué motiva a un joven investigador a seguir labrando el futuro de la ciencia, día a día.
En lo más profundo de una pluma
Los ácaros son pequeños arácnidos que viven donde menos te lo esperas. Si pudiéramos hacer un viaje fantástico al interior del plumaje de un ave, lo primero que veríamos sería que las plumas, en realidad, están divididas miles de veces en "barbas", que son estructuras alargadas que, a su vez, se dividen en bárbulas, formando una entramado que se ramifica.
En este bosque diminuto formado por una pluma, los ácaros encuentran su hogar, un sitio perfecto donde crear su propio ecosistema. En este minúsculo mundo, estos simbiontes hacen su propio papel beneficioso para el pájaro sobre el que habitan. "Cuando mires un gorrión", nos explica el investigador, "piensa en todo lo que ha ocurrido para que esta especie sea así, en este momento concreto. Por ejemplo, piensa en todas las especies con las que ha interaccionado durante este tiempo".
Los ácaros, primos lejanos de las arañas, llevan millones de años especializándose para poder vivir en semejante paisaje. Es lo que se conoce como relación ectosimbionte, donde "ecto" hace referencia a que se localizan en el exterior del cuerpo del hospedador, que sería el pájaro. Simbionte es como conocemos a un organismo que convive y se relaciona con otro. En el caso de los ácaros de las aves, estos pueden ser parásitos y aprovecharse de su involuntario huésped.
Pero también podemos encontrar otros que ayudan al ave. "Si te fijas solo en los ácaros ectosimbiontes, puedes encontrar diferentes ácaros especializados en vivir en las plumas de vuelo, dentro del raquis (que es el "mástil" principal de la pluma), el cuerpo, la cabeza, las vías respiratorias, etc. Si profundizamos en estos simbiontes, podemos ver que este proceso de especiación es el resultado de muchas historias independientes con muchas interacciones. Por ejemplo, ácaros que llevan mucho tiempo compitiendo, o depredándose, o ayudándose".
Poco a poco, Jorge nos va llevando a su verdadero terreno, mostrando de qué pasta está hecho. Porque este investigador es un auténtico explorador de la evolución. Su trabajo, como decíamos, consiste en desvelar un poco más de los secretos de este fenómeno de la vida. Y los ácaros, podríamos decir, son solo una excusa para centrar sus esfuerzos en la coevolución y codiversificación. La coevolución nos cuenta cómo las especies evolucionan gracias o por culpa de otras con las que conviven.
De los pequeños ácaros a uno de los grandes motores de la evolución
"Los ácaros están ahí temporalmente. Por ejemplo, pueden ir, o no, a parar a otra especie animal y tener suerte de poder establecerse allí, cambiando el escenario y algunas de las circunstancias". Entre estas circunstancias están la densidad del plumaje, la temperatura a la que se someten, la presencia de otros artrópodos o las condiciones de salud del propio pájaro, entre muchas otras.
"Esto podría hacer que cambien ellos [los ácaros], es decir, que formen especies nuevas a consecuencia del cambio". Este proceso es conocido como especiación (por salto de hospedador). La especiación puede ocurrir cuando una especie queda aislada en otro entorno y, con el paso de los años (muchos, muchos años), termina convirtiéndose en una especie completamente distinta de la que partió. La coevolución puede influir también, como nos explica Jorge, en la especiación de la que hablábamos. Entender cómo funciona este proceso es esencial para comprender "cómo funciona la vida".
"Analizar estos procesos, a esta escala, es muy complicado", comenta el experto. "Desde saber si el gorrión come junto a las palomas en algunas partes del mundo, hasta cuántas especies filogenéticamente similares hay en un sitio particular es importante para explicarlos".
"Quizás lo más importante de mi trabajo es hacer ver a los organismos como agentes interactuantes dinámicos y no como unidades aisladas estables". Cuando pensamos en animales, insectos, plantas... solemos percibir a individuos solos, de una especie en concreto, pero, como ocurre cuando miramos al gorrión, no solo estamos viendo a un ave. También estamos observando, sin saberlo, un mundo oculto en su plumaje, lleno de vida.
"Y podemos seguir porque existen muchas más escalas. Por ejemplo, estos ácaros pueden llevar bacterias patógenas que pueden pasar a los piojos de los pájaros. Y hasta podrían transmitir estas bacterias al pájaro, etc.", comenta. "Esta es una visión más integradora. Aún más enriquecedora si intentamos entender la historia evolutiva que hay detrás. ¡Y pensar que esto es una mínima parte de lo que hay en un gorrión! En resumen, todo es fascinante, muy dinámico y complejo y aún sabemos muy poco".
Como decíamos, la coevolución es uno de los grandes motores del cambio. Esta amalgama de relaciones está detrás de muchas de las especies que hoy día conocemos. Los seres vivos se adaptan para poder sobrevivir. Y eso a veces significa adaptarse a otra especie con la que conviven, y a los propios cambios de este simbionte. Ver el cuadro completo, a la vez que se arroja luz sobre sus pequeños entresijos, no es nada fácil.
Un día en la vida de un ecólogo evolutivo
Para poder estudiarla a fondo, Jorge tiene que emplearse duramente en el laboratorio realizando estudios genéticos y genómicos. El trabajo de campo también es esencial en sus investigaciones. "Ahora mismo, que estoy terminando la tesis, igual mis días son algo más monótonos que de costumbre", nos comenta de forma desenfadada, "pero no me quejo".
Cuando pensamos en un científico puede que automáticamente le coloquemos una bata, unas gafas de protección, unos guantes azules y un montón de probetas de colores. Sin embargo, la realidad del investigador suele estar más relacionada con un sillón y un ordenador. "Suelo empezar el día leyéndome un artículo científico y trabajos cercanos a mis intereses, aunque yo no diría que sean exactamente de lo mío".
"Esto lo hago porque me da miedo caer en un exceso de especialización. Después, básicamente, me paso el día delante del ordenador, terminando análisis y redactando manuscritos". En la fase final de un doctorando hay incontables horas escribiendo las partes fundamentales de la tesis. Pero aunque esto puede resultar anodino, en ocasiones, también deja margen para "la magia intelectual".
El proceso mental que lleva al desarrollo de una hipótesis o de sus consecuencias es la pieza fundamental de la creación científica. "Me gustan especialmente las discusiones complejas con Roger. Son imprevisibles, intelectualmente muy estimulantes, pero también prácticas". Roger Jovani es un investigador especialista en ecología evolutiva y codirector de la tesis de Jorge.
"Suele ser un toma y daca muy intenso e irregular, donde, después, llegamos a un momento en el que se resuelve algún problema complejo. Esos instantes son muy gratificantes". ¿Y cuál es el objetivo de todo este esfuerzo? Entre los logros de Jorge están el haber descubierto que, en estos pequeños arácnidos, la especiación que ocurre al pasar de un ave a otra es también el proceso más importante para su diversidad.
"En simbiontes tan limitados para la transmisión, como son los ácaros de las plumas, la especiación por salto de hospedador es también el proceso más relevante para su diversificación evolutiva. Este descubrimiento era inesperado según la teoría existente y tiene una gran repercusión para entender las dinámicas de enfermedades emergentes o la aparición de plagas, entre otras cosas".
"Además, nos permite acercar otras teorías propuestas, como la teoría del mosaico geográfico coevolutivo, de organismos interactuantes menos limitados en la transmisión a los sistemas hospedador-simbionte, que generalmente se han entendido como unidades coevolutivas independientes". Así, en resumen, cada día, Jorge trabaja para dar una visión más realista, y también global, que integra estas relaciones y a los animales que las protagonizan, para entender mejor cómo evoluciona la vida.
¿Cómo decide uno convertirse en un estudioso de la evolución?
"Mi infancia transcurrió entre Chiclana de la Frontera, en Cádiz; y Yunquera, Málaga", nos cuenta Jorge. En sus primeros años, este ambiente y la relación con la naturaleza parece que sentenciaron el destino del investigador. "Me fue fácil desarrollar un gran interés por el mundo natural. Más tarde, un profesor de ciencias naturales de bachillerato no tuvo demasiados problemas en convencerme para irme a estudiar Biología a la Universidad de Granada".
Pero de aquí a la ecología evolutiva hay un trecho. Aunque parezcan muy afines, las ramas de la biología son muchas y muy diferentes. Escoger una (como la ecología evolutiva) es una decisión compleja, pues determinará tu futuro científico. "Durante la carrera tuve la suerte de aprender mucho de profesores excelentes como Juan Gabriel Martínez o José María Gómez, quienes me animaron a dedicarme a esto de la investigación".
"Diría que fue durante las clases de ecología evolutiva de quinto de carrera, creo, cuando me di cuenta que esa era mi disciplina. Tenía todo lo que me gustaba: historia natural, genética, informática, métodos estadísticos avanzados, etc.". Con la decisión también llegan los retos a superar. El campo de Jorge no está exento de ellos.
"Mi gran reto actual, me atrevería a decir, es el mismo que el de cualquier científico que esté en España: contar con estabilidad laboral y condiciones laborales dignas para poder seguir investigando. Las perspectivas son desalentadoras y esto nos lo pone verdaderamente difícil".
Un rostro en el futuro científico de este país
Hace unos meses, Jorge recibía de manos del Servicio de Juventud del Ayuntamiento de Sevilla, un reconocmiento en el "Premio Joven a la Cultura Científica". Este se otorga para incentivar la labor investigadora de los jóvenes científicos y dar a conocer sus trabajos en la sociedad.
"Fue una gran alegría. Más siendo consciente del nivel tan alto que hay [de participación]. Aunque, sinceramente, de lo que más me alegró es de que llegara a tiempo para que mi abuelo se pudiera enterar. Él fue un ejemplo para mí en muchas cosas y no lo fue menos el día que le conté lo del premio, a pesar de que estaba ya muy enfermo".
"Cosas así le ayudan a uno a seguir con la que está cayendo. El reconocimiento creo que es el resultado de mucho trabajo excelente con Roger Jovani y David Serrano, mis directores de tesis, que son geniales, junto a nuestros colaboradores". El de Jorge Doña es un rostro más en esta marea científica formada por miles de jóvenes que tratan de buscar su hueco en el mundo investigador.
Científicos con una gran formación, intensas capacidades de trabajo y aún más resolución. Aun así, todo esto no es suficiente, parece, para acoger la ingente cantidad de jóvenes investigadores que producen nuestras universidades. ¿Cómo es el futuro de los "ecologos evolutivos" como Jorge? ¿Y el de cualquier otro científico novel?
"Me encantaría poder seguir investigando en esta línea", nos comenta. "Entendiendo mejor las dinámicas de especiación de estos simbiontes. Creo que hay trabajo como para varias vidas". La investigación está lejos de acabarse. "Ahora que ya conocemos algunos patrones generales, me gustaría mucho acercarme a los detalles de los procesos porque seguro que nos llevan a nuevos patrones, ¡y ya estamos en ello!".
Para poder seguir con su exploración evolutiva, en cuanto acabe el doctorado, Jorge continuará trabajando con nuevas técnicas analíticas. "A partir de septiembre empiezo un contrato postdoctoral en AllGenetics, una empresa española especializada en genómica". En el caso de Jorge, podrá continuar entre aquí y la universidad de Illinois, durante al menos unos años.
Podría considerarse como uno de los rostros más afortunados. Una figura que demuestra que la ciencia en España sigue teniendo su lugar, a pesar de los recortes y las trabas que se imponen a los profesionales de la investigación. Mientras, miles de jóvenes científicos, con un currículo intachable y grandes méritos en su carrera, tienen que emigrar en busca de una oportunidad fuera de este país.
"Es impresionante el escaso reconocimiento social y las dificultades profesionales que tiene este trabajo [el de la investigación], que es ya de por sí muy exigente", comenta con seriedad. "Me gustaría decirle a todo el mundo que hay mucho talento joven investigador aquí y que mucho de este ha emigrado ya. Tenemos que mejorar y apostar decididamente por la ciencia en este país", zanja el ecólogo.
Imágenes | Jorge Doña, Wikimedia, Revista Pesquisa
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