Hace unos días, frente al Monumento de Abraham Lincoln, el Presidente Trump se comprometía a "plantar la bandera norteamericana en Marte pronto". Insisto en lo de "pronto" porque no es la primera vez que lo dice. Sin embargo, no hemos avanzando demasiado en ese sentido. El planeta rojo se ha convertido en una especie de 'meta legendaria': aunque desde hace años escuchamos que tenemos capacidad técnica para ir, lo cierto es que los problemas se van acumulando en la lista de deberes.
Por eso, muchas personas han recibido con alegría el último estudio publicado en Scientific Reports que concluye que "las dosis históricas de radiación espacial no se asocian a un riesgo mayor de muerte por cáncer o enfermedades cardiovasculares". Es más, dicen que no hay ninguna prueba que haga sospechar que los problemas "no comparten una misma causa de fondo". La radiación ha sido uno de los enemigos número uno de la exploración espacial, ¿estábamos equivocados?
La "radiación en el espacio" no es lo que era
“Si la radiación ionizante afecta el riesgo de muerte relacionado al cáncer y a la enfermedad cardiovascular, el efecto no es dramático”, explican el director del estudio, Robert Reynolds, y su equipo del Mortality Research & Consulting. Durante años, hemos repetido que uno de los mayores peligros a los que estaban expuestos los astronautas en el espacio eran la radiación. Una especie de enemigo invisible que dispararía, sobre todo, su riesgo de desarrollar cáncer o distintos tipos de enfermedad cardiovascular.
Sin embargo, el equipo de Reynolds ha analizado los datos médicos de 418 individuos que habían viajado al espacio (301 astronautas que habían ido al espacio desde 1959 y los 117 cosmonautas desde 1961) y han descubierto que, pese a nuestros temores, los números no respaldan un repunte de los problemas asociados a la radioactividad como hubiéramos esperando.
Aunque las cifras en bruto pueden hacernos arquear las cejas (en torno al 30% de astronautas murieron de cáncer y menos de un 15% murieron por enfermedades cardiovasculares), las tasas no son tan altas como parecen si tenemos en cuenta la edad y los factores de riesgo a los que estaban expuestos. El efecto de la exposición a la radiación que debería aparecer en los análisis estaba desaparecido en combate.
Marte sigue igual de lejos
Los resultados son sorprendentes, no tiene sentido ocultarlo. Incluso cuando caemos en la cuenta de que el estudio tiene trampa. Excepto las personas que viajaron a la Luna, ninguno de esos astronautas y cosmonautas han dejado de estar protegidos por el campo magnético de la Tierra en ningún momento. De ahí que el estudio incida en el concepto "dosis históricas".
Esto cambiaría en el viaje a Marte, claro. Y mucho. Los mismos autores reconocen que la validez del trabajo es clave para apoyar la seguridad del turismo espacial, pero limitada cuando hablamos de ir más allá. "Es importante destacar que futuras misiones de exploración espacial profunda probablemente conlleven unas dosis más grandes de radiación espacial".
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