El 18 de octubre de 1963, una gata francesa se convirtió en el primer felino en viajar al espacio. Se llamaba Félicette y apenas estuvo 15 minutos en el espacio exterior. Un brevísimo viaje a más de seis veces la velocidad del sonido que la sometió a fuerzas nueve veces superiores a la de la gravedad.
La vida es eterna en quince minutos. Y tras ellos, Félicette, con el cráneo lleno de electrodos que monitorizaban cada una de sus constantes neurológicas, volvía a la tierra en una pequeña cápsula espacial suspendida colgada de un paracaídas. Las calles de París la (recivieron) recibieron como toda una heroína. Otros quince minutos después, ya nadie se acordaba de ella.
Los héroes olvidados
Perros, monos y chimpancés eclipsaron el papel del único felino que ha viajado al espacio. La Historia suele ser un animal injusto. Por suerte, un campaña de Kickstarter se ha puesto el mundo por montera y ha decidido reivindicar que no es de recibo que “en los últimos 54 años, la historia de la primera y única gata en ir a al espacio haya sido olvidada. Merece ser recordada”.
¿Su idea? Construir una estatua de bronce en su ciudad natal, París. Y, aunque lo parezca, no es nada excéntrica. Ham, el chimpancé que se adelantó 10 semanas a Gagarin y se convirtió en el primer homínido espacial, fue enterrado en el Salón Internacional de la Fama del Espacio en Nuevo México. Laika tiene un monumento de más de dos metros inmortalizando su contribución. En cambio, Félicette ha sido olvidada.
Es cierto que el viaje de Félicette no fue tan espectacular como el de otros célebres astronautas, que no se vendió como una hazaña en el juego de la Guerra Fría y que no ha sido reivindicada por programas de televisión; pero nos permitió saber muchas cosas sobre el espacio que hasta ese momento eran una incógnita. La agencia espacial francesa seleccionó a 14 gatos para entrenarlos en el vuelo espacial y, aunque no fue fácil, fue Félicette la que se llevó el gato al agua. El entrenamiento fue esencialmente el mismo que recibían los humanos (con centrifugadoras y con pruebas médicas equivalentes).
Había una buena razón para ello: la misión de Félicette era mucho más que una demostración tecnológica. Se concibió para ayudar a entender cómo afectaba la falta de gravedad a los animales. Esa era una pregunta esencial para dar los siguientes en la carrera espacial. Félicette fue clave para comprender las relaciones entre la vida y el espacio; y, en cierta forma, no es bueno que lo olvidemos. Sobre todo ahora, que estamos tocando el cielo con la punta de los dedos.
Imágenes | Felicette y A statue to Félicette
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