De esto se han cumplido cincuenta años esta semana, y desde que desde el Apolo 13 se emitiese lo que se ha convertido en un cliché, en casi una frase hecha, ha llovido mucho. Algunos nacimos bastante después de los hechos, pero pese a esto la frase se acuñó a fuego a nivel cultural y más allá del ámbito científico y espacial, pero quizás muchos sigamos preguntándonos cuál fue el problema que se comunicó a Houston y sobre todo a nivel técnico.
La misión Apolo 13 empezaba el 11 de abril de 1970, cuando a las 19:13 (GMT) despegaba del área de lanzamiento 39A del Centro Espacial Kennedy, en Florida. El cometido: volver a la Luna un poco like a Sir, tras el exitoso e histórico alunizaje del Apolo 11 y otro posterior con el Apolo 12. Lo ocurrido: nada por el estilo.
Después de la calma, llegó la tormenta
De todo se aprende y las anteriores misiones (no sólo las que llegaron a la Luna, también el resto de Apolo anteriores, como la Apolo 8 llegando a orbitar la Luna), y la intención era que ésta fuese esa tercera vuelta a nuestro satélite sin problemas. De hecho, durante los dos primeros días fue todo tan bien que como explicaba el comandante del Apolo 13, James A. Lovell, a National Geographic llegaron a estar incluso aburridos en el centro de control de la misión.
En este caso se utilizaba un Saturno V como vehículo de lanzamiento, que en conjunto con todo pesaba unos 950.000 kilogramos. Fue de hecho el vehículo más pesado de los que había enviado la NASA hasta el momento, en parte por llevar una carga extra de propelente en vistas a futuras misiones que necesitarían más del mismo.
Como en anteriores misiones, había varios módulos estando el de mando, el de servicio (llamado Odyssey) y el lunar (LM-7, llamado Aquarius). Los motores de la primera fase generarían un empuje total 440.000 newtons menor al del Apolo 12, pero seguía cumpliendo las exigencias mínimas para la nueva misión.
En la tripulación se encontraban, además del comandante Lovell y los pilotos John L. "Jack" Swigert Jr. (del módulo de mando) y Fred W. Haise Jr. (del módulo lunar). Los tres tenían las miras puestas a la región lunar Fra Mauro area hasta que, como cuentan en la NASA a los 5 minutos y medio del despegue los tripulantes sintieron una pequeña vibración, y unas 55 horas después Swigert advertía a Houston que tenían un problema allí, a las 21:08 del 13 de abril (hora local).
Y entonces se oyó "boom"
Metiéndonos en los detalles de lo sucedido, explica la agencia que los problemas empezaron ya en el despegue cuando el motor central de la segunda fase (S-II) se apagó unos dos minutos antes de lo previsto. Esto ocurría debido a que estaban produciendo unas oscilaciones muy violentas debidas a una combustión inestable de ese propelente que mencionábamos, lo cual ocasionaba variaciones en la presión de la cámara y accionaba ese mecanismo automático que desde el Apolo 10 tenía el sistema de dirección.
Esto hizo que en compensación los cuatro motores externos y la tercera etapa (S-IVB) tuviesen que estar en marcha durante más tiempo (34 segundos y 9 segundos más de lo previsto respectivamente) y así poner al Apolo 13 en órbita. Pero tras esto, la misión siguió sin más problemas hasta que se encontraron a unos 325.000 kilómetros de la Tierra, justo unos minutos después de hacer una emisión televisiva.
En ese momento, un sensor de presión de uno de los tanques de oxígeno del módulo de servicio parecía no funcionar correctamente. Para intentar solucionar esto se les pidió que activaran los ventiladores que removían el oxígeno líquido dado que esto permitía lecturas más precisas, pero 95 segundos después de que se activaran los astronautas oyeron un "estallido bastante grande" ("pretty large bang").
La explosión vino acompañada de fluctuaciones de la corriente eléctrica y se perdieron las comunicaciones con la Tierra durante algo menos de dos segundos. El sistema se recuperaba de manera automática al cambiar la antena direccional de alta ganancia de banda (pasando de banda estrecha a banda ancha), y fue entonces cuando se emitió la famosa comunicación.
"Houston, we've had a problem. We've had a Main B Bus undervolt". ("Houston, hemos tenido un problema. Hemos tenido una bajada de tensión en el Bus Principal B", James A. Lovell)
El tanque nº 2
La NASA nos dice hasta el DNI del culpable: el número de serie del tanque nº 2, 10024X-TA0009. Un tanque que fue instalado previamente en el módulo de servicio de la Apolo 10, pero al intentar aplicar una modificación sufrió daños y volvió a los almacenes para ser revisado y reparado.
Lo que ocurrió con él es que no drenaba correctamente, y tras algunas discrepancias se decidió recurrir a calentar el oxígeno sobrante con un sistema de calefacción eléctrico. Aunque esto finalmente funcionó y el oxígeno logró disiparse, no solucionaba el problema de drenado, pero dado que es algo que no se haría en el espacio se dio por bueno. Todo esto semanas antes del despegue.
El problema: se habían actualizado los sistemas de calefacción para que pudiesen operar a 65 voltios en vez de los previos 28 voltios, pero los termostatos que controlaban estos sistemas no fueron remplazados para ser funcionales con ese cambio. Esto provocó que en las últimas pruebas se dañase el cableado y los interruptores de los termostatos se soldasen al alcanzarse altas temperaturas durante más de ocho horas, además de que se usaron aluminio y teflón para el aislamiento, altamente reactivos con el oxígeno puro (inflamables). Como dicen en NewAtlas, el tanque nº 2 era una bomba lista para explotar.
Tras el accidente se registraron lecturas anormales del nivel de los tanques: el tanque nº1 disminuía progresivamente mientras que el nº 2 se mostraba vacío. Aunque tenían otro "chivato" del problema por la ventana: "Me parece mirando por la escotilla que estamos perdiendo algo, estamos soltando algo en el espacio", dijo Lowell, viendo como se difuminaba en el espacio el gas que necesitaban él y sus compañeros para respirar.
El oxígeno no sólo es un bien (muy) preciado para los humanos en el espacio: las células de combustible también lo necesitarían para funcionar, de modo que una vez el tanque nº 1 se vaciara ésta dejaría de funcionar. Con ello, la única fuente de energía que tendrían el módulo de mando y de servicio serían las baterías y el tanque de reserva de oxígeno del lunar, a donde se movieron.
Lowell contaba en NG que esta reserva les sirvió de salvavidas pero, eso sí, haciendo grandes sacrificios para conservar tanto el agua como la electricidad: "Redujimos a 30 mililitros la ración de agua diaria, una quinta parte de la ingesta normal. Bebimos zumos de fruta y comimos perritos calientes y otros alimentos ricos en agua”. Aún así sufrieron deshidratación y pérdida de peso, tampoco podían dormir debido al frío dado que al apagar los sistemas eléctricos no tenían fuente de calor, estando por debajo de los 3 grados centígrados.
El otro problema era la propia respiración y la exhalación de dióxido de carbono. El módulo en el que estaban sólo disponía de latas de hidróxido de litio (lo que se usaba para limpiar el CO₂ de la estancia) para mantener a dos personas durante dos días e iban a necesitar el suficiente como para que aguantasen tres individuos cuatro días.
Fue entonces cuando desde Houston dieron con una solución al (ese) problema: adaptar las latas de hidróxido de litio módulo lunar al de mando mediante bolsas de plástico, cartón y cinta aislante. Algo que salvó la situación dado que las latas del módulo de mando no encajaban en el lunar al ser de distinta forma.
Cuando ya podían respirar faltaba volver a casa
Con la nave a medio gas volver a la Tierra no iba a ser fácil, pero además estaba la cuestión de que el sistema de navegación del módulo lunar no estaba preparado para esta situación. En condiciones normales se hubiese verificado la alineación de la nave con respecto a alguna estrella recurriendo al telescopio óptico de alineación (el AOT), pero el problema era que había cientos de "estrellas falsas", como Lowell bautizó a los escombros de metal que acompañaban la trayectoria de la nave y brillaban con la luz del Sol.
De ahí que no era posible discernir las reales, salvo por el propio Sol. Desde Houston pensaron en usarlo para verificar la precisión de la alineación, con lo cual Lowell giró la nave con lo que le habían indicado desde el control en tierra y logró una alineación a menos de medio grado, lo cual fue suficiente.
"Giré la nave espacial como Houston había solicitado. Si nuestra alineación era precisa, el Sol estaría centrado en el sextante. La alineación demostró estar a menos de medio grado, lo cual fue lo suficientemente buena". James A. Lovell
Al alcanzar la atmósfera terrestre tuvieron que volver al módulo de mando porque el lunar no se encontraba en condiciones de poder aguantar ese tramo final del viaje, y tras separarlo amerizaron lo que quedaba del Apolo 13 al sureste de la Samoa Americana. Era 17 de abril de 1970, las 18:07 (UT) y así acababa una accidentada misión de una duración total de 142 horas, 54 minutos y 41 segundos. Aún así, fue clasificada como "fracaso exitoso" por la experiencia que se extrajo a nivel de rescate.
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