La sala de control que podéis ver en la fotografía de portada de este artículo pertenece a la central nuclear de Almaraz. Pero no está en esta central. Está en San Sebastián de los Reyes, una localidad situada a pocos kilómetros de Madrid. Eso sí, es una réplica exacta de la sala de control de Almaraz. Tiene el mismo tamaño, la misma forma, los mismos equipos electrónicos e informáticos, la misma luz… Todo está cuidado con tanto detalle que ni siquiera los operadores de la sala de control de la central de Almaraz serían capaces de distinguir una sala de la otra.
Las instalaciones que hemos tenido la oportunidad de visitar son las de San Sebastián de los Reyes, y pertenecen a una empresa privada de ingeniería nuclear llamada Tecnatom. Su propósito es doble. Se utilizan para formar a los operadores que ya trabajan o van a trabajar en las salas de control de las centrales nucleares, y también para probar en ellas cualquier cambio que afecte a los equipos electrónicos, eléctricos, mecánicos o al software antes de desplegarlo en la sala de control de la propia central nuclear. Es la estrategia más eficaz en una industria en la que la seguridad es un principio a defender a toda costa.
Las instalaciones que tiene Tecnatom en las afueras de Madrid albergan las réplicas exactas de las salas de control de las centrales nucleares de Almaraz y Trillo, que son las que están más cerca de la capital, pero esta compañía española también tiene réplicas de las salas de control de las demás centrales nucleares españolas en ubicaciones geográficas próximas a las propias centrales por razones prácticas. La principal área de negocio de esta compañía es dar servicio a las centrales nucleares no solo a través de la formación de los operadores de las salas de control, sino también mediante la inspección de las instalaciones nucleares (de alguna forma se encarga de «pasarles la ITV»). Un apunte interesante: esta empresa dispone de los recursos necesarios para diseñar y fabricar los equipos especializados que requieren tanto la formación como la inspección, como son los simuladores de las salas de control o los robots que acceden a las secciones críticas del reactor.
La principal área de negocio de esta compañía es dar servicio a las centrales nucleares no solo a través de la formación de los operadores de las salas de control, sino también mediante la inspección de las instalaciones nucleares. De alguna forma, «les pasa la ITV»
Buena parte del personal de Tecnatom tiene responsabilidad técnica, por lo que no es extraño que en esta empresa abunden los ingenieros industriales y eléctricos, los físicos, los químicos y los matemáticos. Estas son las personas que, entre otras funciones, se desplazan a las centrales nucleares durante las paradas de recarga de combustible, que habitualmente duran entre un mes y medio y dos meses, para inspeccionar el estado de las instalaciones, llevar a cabo los procedimientos de mantenimiento que sean necesarios e implementar las modificaciones de diseño pertinentes para asegurar la optimización de todos los equipos y los componentes de la central nuclear. Como veis, su rol es crucial.
Muchas de las tecnologías desarrolladas por Tecnatom para el sector nuclear pueden reutilizarse en otras instalaciones del sector de la energía, como las centrales termoeléctricas de gas natural o carbón, o los parques eólicos, y también son valiosas gracias a sus sinergias para las industrias aeroespacial, petroquímica, de fabricación y del transporte. Por este motivo es razonable que entre los clientes de Tecnatom se encuentren, además de todas las centrales nucleares españolas y algunas extranjeras, compañías como Airbus, Boeing, Repsol, BP, Bombardier o AENA. Todo esto es interesante, pero nos falta dejar atado un cabo más antes de «entrar en harina». Si esta es una empresa privada, ¿quiénes son sus propietarios? Sus accionistas mayoritarios son Endesa, Iberdrola y Naturgy, las tres grandes eléctricas españolas, por lo que los propietarios de Tecnatom son al mismo tiempo sus mejores clientes.
Las centrales nucleares de agua a presión, con todo detalle
Para identificar la envergadura del trabajo que llevan a cabo los operadores de las salas de control en las centrales nucleares y familiarizarnos con los equipos con los que trabajan es necesario que repasemos antes cómo funciona una central nuclear de agua a presión. Los reactores de estas centrales se conocen habitualmente como PWR porque esta sigla procede del término en inglés Pressurized Water Reactor, y seis de los siete reactores en operación alojados en las cinco centrales nucleares españolas de agua ligera en explotación utilizan esta tecnología. El reactor restante, el de la central nuclear de Cofrentes, es de agua en ebullición (BWR por su denominación en inglés Boiling Water Reactor).
Curiosamente, los reactores de agua a presión se concibieron para ser utilizados inicialmente en los submarinos nucleares, pero no tardaron en demostrar su idoneidad para las centrales termoeléctricas. De hecho, la tecnología PWR es la más utilizada en las centrales nucleares de generación de electricidad de todo el mundo. En cualquier caso, el corazón de cualquier central eléctrica diseñada para generar grandes cantidades de electricidad, sea del tipo que sea, es el alternador. No es necesario que conozcamos este elemento con mucho detalle, pero nos interesa saber que es una máquina diseñada para transformar la energía mecánica en energía eléctrica gracias a la generación de una fuerza electromotriz en un conductor expuesto a un campo magnético variable. Este fenómeno se conoce como inducción electromagnética y es el responsable de la producción de la corriente alterna.
Ahora bien ¿de dónde sale la energía mecánica que necesitamos suministrar al alternador para que produzca electricidad? La respuesta es sencilla: de una turbina. Esta máquina, al igual que el alternador, se responsabiliza de transformar un tipo de energía en otro, pero en este caso se trata de energía cinética en energía mecánica. Para hacerlo posible es necesario que pase de forma continua a través de la turbina un fluido, como agua, aire o vapor de agua, de manera que su energía cinética sea recogida por una rueda con paletas o álabes, que gira para transformar esa energía cinética en energía mecánica que posteriormente será transferida al alternador. La imagen esquemática que podéis ver debajo de estas líneas muestra la turbina (a la izquierda) y el alternador (a la derecha) de una central nuclear.
El conjunto formado por la turbina y el alternador está presente en todas las centrales de generación de electricidad, al margen de la tecnología que utilicen. En las centrales hidroeléctricas la turbina gira gracias a la energía cinética que le proporciona el agua procedente de una presa. Otra opción consiste en hacer girar la turbina gracias a la energía cinética que le confiere el vapor generado por el agua en ebullición de una caldera. Dependiendo del método que utilicemos para calentar el agua de la caldera nos toparemos con un tipo de central u otro. En las centrales térmicas clásicas el agua se calienta quemando un combustible, como carbón, gas o fueloil. Y en las centrales nucleares el calor necesario para calentar el agua y producir vapor lo generan las reacciones de fisión nuclear que tienen lugar en las barras de uranio enriquecido que se utilizan como combustible. Os explicamos este proceso con todo detalle en el artículo que enlazamos aquí mismo.
Hasta este momento hemos descrito cómo el agua o el vapor de agua en movimiento puede transferir su energía cinética a los álabes de la turbina, provocando que giren. Pero esta no es la única opción. En los parques eólicos es el viento el responsable de provocar que los álabes de cada aerogenerador giren, produciendo de esta forma la energía mecánica que, de nuevo, requiere el alternador para generar electricidad. Como acabamos de ver los principios básicos de funcionamiento de todas las instalaciones de generación de energía eléctrica que hemos repasado son los mismos porque en su corazón residen la turbina y el alternador. La diferencia entre unas centrales y otras estriba en la forma en que obtenemos la energía cinética que es necesario transferir a la turbina.
No más del 5% de la masa total de uranio de las barras de combustible es el isótopo uranio-235, que es el «fácilmente» fisionable, de ahí que se trate de uranio enriquecido como máximo al 5%
Ya tenemos nuestra base bien afianzada, así que, ahora sí, podemos sumergirnos de lleno en el funcionamiento de una central nuclear de agua a presión (pronto descubriremos por qué se llaman «de agua a presión»). Como he mencionado unas líneas más arriba, el calor que necesitamos para calentar el agua de la caldera lo obtenemos gracias a las reacciones de fisión nuclear que tienen lugar en el interior de las barras de combustible. Cada uno de estos elementos combustibles está formado por una vaina de aleación de circonio en cuyo interior residen unas pastillas de óxido de uranio enriquecido como mucho al 5%. Esto significa que no más del 5% de la masa total de uranio es el isótopo uranio-235, que es el «fácilmente» fisionable, mientras que el resto es mayoritariamente uranio-238. Puede parecer que hay muy poco uranio-235 frente a la masa total de uranio, pero en realidad esta cantidad es suficiente para sostener la reacción de fisión nuclear.
Las barras de combustible y el agua que debe permanecer en contacto con ellas para absorber su energía térmica están alojadas en el interior de un depósito conocido como vasija. Un poco más adelante indagaremos en este elemento con más profundidad, pero ahora lo que nos interesa saber es que al entrar en contacto con las barras el agua se calienta. Esto provoca la aparición de un desplazamiento de la masa de agua que debe ser asimilado por unos tubos que permiten introducir en el interior de la vasija agua más fría, que no objetivamente fría, y extraer de esta el agua más caliente que ha absorbido la energía térmica de las barras de combustible nuclear.
El agua caliente procedente de la vasija va a parar a un segundo depósito llamado intercambiador de calor en el que se enfría. Para que la circulación del agua entre la vasija y el intercambiador de calor sea posible es necesario recurrir a una bomba, que es el elemento que nos falta para completar un circuito cerrado. Esta instalación recibe el nombre de circuito primario, y debe ser cerrado porque el agua que contiene al estar en contacto directo con las barras de combustible está contaminada. Y, por tanto, es radiactiva. En la siguiente imagen podéis ver con claridad los elementos del circuito primario, con la vasija a la izquierda y el intercambiador de calor a la derecha.
El intercambiador de calor actúa como un generador de vapor, por lo que un segundo circuito se responsabiliza de introducir en su interior el agua fría que al entrar en contacto con el agua caliente del circuito primario entra en ebullición. De ahí procede el vapor necesario para transferir a la turbina la energía cinética que hará posible la obtención de electricidad gracias a la acción del alternador.
Una vez que el fluido atraviesa la turbina el vapor de agua se enfría y se condensa en el interior de un depósito adicional para propiciar la aparición de agua en estado líquido que volverá a ser introducida en el intercambiador de calor, dando lugar así a un segundo circuito cerrado conocido como circuito secundario. De nuevo una bomba se responsabiliza de que el agua circule entre el depósito de condensación y el intercambiador de calor. En la siguiente imagen podéis identificar todos los elementos del circuito secundario, con el intercambiador de calor en el centro y el binomio turbina-alternador en el extremo derecho.
Hasta ahora hemos descrito dos circuitos cerrados diferentes, el primario y el secundario, pero nos hemos dejado un cabo suelto. Para que el vapor de agua del circuito secundario se condense en el interior del depósito de condensación es necesario introducir en este último agua fría. Y para hacerlo es preciso recurrir a un tercer circuito conocido como circuito de refrigeración. El agua de esta última instalación procede del mar o de un río próximo a la central nuclear, de ahí que sea necesario alojar este tipo de centrales cerca de uno de estos dos recursos naturales.
En el margen derecho de la siguiente imagen podéis ver cómo el circuito de refrigeración introduce el agua fría procedente del exterior de la central nuclear en el interior del depósito de condensación del circuito secundario o de vapor. Pero en esta imagen hay un elemento adicional del que aún no hemos hablado y que juega un rol esencial: el presionador. Podéis verlo en la parte superior del circuito primario (tiene forma cilíndrica). Aún no hemos hablado acerca de la temperatura que alcanza el agua en este último circuito, y es sorprendente. El agua «fría» que entra en la vasija del reactor nuclear tiene una temperatura de 290 grados centígrados, pero una vez que entra en contacto con las barras de combustible su temperatura se incrementa hasta alcanzar los 325 grados centígrados, que es la temperatura con la que sale de la vasija. Lo curioso es que se mantiene en estado líquido en todo momento. ¿Cómo es posible si el agua se evapora al alcanzar los 100 grados centígrados? La respuesta reside en la presión.
Una vez que entra en contacto con las barras de combustible alojadas en el interior de la vasija la temperatura del agua del circuito primario se incrementa hasta alcanzar los 325 grados centígrados
El punto de ebullición del agua se incrementa sensiblemente con la presión. Todos estamos familiarizados con la idea de que el agua se evapora al alcanzar los 100 grados centígrados, y así es cuando se encuentra a 1 atmósfera, que es la presión atmosférica que hay en el nivel del mar. Sin embargo, en la cima del Everest la presión atmosférica es de solo 0,34 atmósferas, por lo que el agua se evapora a 70 grados centígrados. Por el contrario, cuando el agua está sometida a una presión muy superior a esa atmósfera que tenemos al nivel del mar, su punto de ebullición se incrementa muchísimo.
Ahora que sabemos todo esto podemos intuir cuál es la función del presionador del circuito primario: someter al agua a la presión necesaria para que se mantenga en estado líquido aunque alcance los 325 grados centígrados al entrar en contacto con las barras de combustible. Esta estrategia, además, tiene una consecuencia adicional: los reactores nucleares PWR toman su nombre precisamente de su capacidad de trabajar con agua a presión en el circuito primario.
Como acabamos de ver, la vasija es un elemento esencial del reactor nuclear porque contiene en su interior tanto las barras de combustible como el agua del circuito primario. Para soportar la presión a la que está sometida el agua y confinar en su interior tanta radiación como es posible la vasija tiene que tener una enorme robustez y estar meticulosamente fabricada. Sus números son de los que impresionan: mide 12 metros de altura, tiene un diámetro de 4 metros, sus paredes tienen un espesor de 20 cm, pesa más de 300 toneladas y tiene una tapa superior que está fijada por unos 60 pernos que pesan 230 kg cada uno de ellos.
Cuando hablábamos de los circuitos primario y secundario vimos que la vasija está conectada a través de unos tubos que sirven para transportar el agua a una bomba y un intercambiador de calor que actúa como un generador de vapor. El circuito formado por la vasija, la bomba y el generador de vapor se conoce como «lazo», y en la práctica los reactores nucleares no incorporan un único lazo, sino dos o tres dependiendo de su potencia. En la siguiente imagen podéis ver un reactor nuclear PWR de tres lazos. Un apunte interesante: el cilindro alojado entre el generador de vapor situado a la izquierda y el central es el presionador.
En la siguiente imagen podemos ver cómo es un generador de vapor por dentro, pero antes de explorarlo merece la pena que nos hagamos una idea certera de su volumen, algo sencillo si tenemos presente que este ingenio tiene una altura de 20 metros. En la parte inferior reside una placa de una enorme resistencia que tiene un espesor de 50 cm y que está agujereada por muchos orificios por los que pasan una enorme cantidad de tubos en U que permiten el transporte del agua. Debajo de la placa hay una pared vertical que separa los compartimentos de llegada y salida del agua del circuito primario. Cuando el agua caliente procedente de la vasija entra en el compartimento de llegada del generador de vapor asciende por los tubos en U a lo largo de toda la longitud del dispositivo.
En el interior del generador hay nada menos que 5.200 tubos que tienen una longitud conjunta de más de 100 km. El agua del circuito secundario está en contacto con estos tubos por cuyo interior circula el agua del circuito primario, lo que provoca que el agua del circuito secundario se evapore y que el agua del circuito primario se enfríe al transferirle su energía térmica. El agua del circuito primario regresa a la vasija para volver a calentarse, y el vapor va a parar a la turbina para transferirle su energía cinética, desencadenando la transformación de esta en energía mecánica que será de nuevo transformada en electricidad por el alternador.
Como acabamos de ver el generador de vapor es un elemento con un funcionamiento relativamente sencillo, pero su construcción debe ser minuciosa y requiere asumir unas tolerancias estrictas. Con el presionador sucede algo parecido. De hecho, es un gran recipiente de 15 metros de altura en cuya base residen unas resistencias eléctricas capaces de disipar más de 1.000 kilovatios. Estas resistencias, como podemos intuir, tienen como objetivo incrementar la temperatura del agua que contiene el presionador hasta hacerla hervir.
A medida que el agua que contiene el presionador se va evaporando la presión en el interior de este recipiente se incrementa hasta alcanzar la presión de funcionamiento, que es 150 veces la presión atmosférica. Por el contrario, cuando es necesario reducir la presión entra en funcionamiento una ducha de agua fría alojada en la parte superior del presionador que consigue condensar progresivamente el vapor. El trabajo coordinado de las resistencias y la ducha de agua fría permite mantener controlada no solo la presión en el interior del presionador, sino también en todo el circuito primario. Como hemos visto unos párrafos más arriba el presionador es el responsable de que el agua del circuito primario se mantenga en estado líquido a pesar de alcanzar una temperatura máxima de 325 grados centígrados.
Los elementos del circuito primario están incrustados en un armazón de cemento de una enorme solidez que está construido pensando tanto en la dilatación como en un terremoto o el impacto de un avión. Además, esta instalación está confinada en el interior de una estructura conocida como recinto de contención de la que solo salen seis tuberías. Tres de ellas transportan el vapor que va a las turbinas, y las tres restantes el agua de vuelta al intercambiador de calor después de su condensación. El recinto de contención es una auténtica fortaleza de cemento estanca y diseñada para mantener completamente aislado el circuito primario del entorno.
La torre de refrigeración que podéis ver en la siguiente imagen se usa para enfriar el agua del tercer circuito, el de refrigeración. Suele utilizarse cuando el caudal del río que suministra el agua de este último circuito es pequeño, y gracias a ella es posible no solo enfriar el agua, sino también tomar mucha menos cantidad del río (aproximadamente entre veinte y treinta veces menos agua que si no estuviese presente la torre de refrigeración).
El enfriamiento del agua en el interior de la torre se lleva a cabo gracias al efecto de convección y a la evaporación. Primero se calienta en el condensador y se coloca sobre un enrejado desde el que se deja caer hacia la base de la torre en forma de lluvia. Su enfriamiento se produce por convección y evaporación al ponerse en contacto con la corriente de aire que asciende por la torre de refrigeración, que está vacía y tiene más de 160 metros de altura.
En la última imagen de esta sección del artículo podéis ver la instalación completa de la central nuclear de agua a presión que acabamos de explorar. En el extremo izquierdo tenemos el recinto de contención, en cuyo interior residen todos los elementos del circuito primario (vasija, intercambiadores de calor/generadores de vapor, bombas, presionador y tubos). El siguiente edificio contiene las turbinas de alta presión, los dos cuerpos de baja presión y el alternador, que en conjunto tienen una longitud total de 60 metros. Y el último eslabón de la cadena es la torre de refrigeración que, como acabamos de ver, es la responsable de enfriar el agua del circuito de refrigeración y contribuye a reducir sensiblemente la cantidad de agua que es necesario tomar del río.
Dentro de la sala de control: así es el día a día de los operadores nucleares
Nuestro «maestro de ceremonias» durante nuestra visita a las instalaciones de Tecnatom fue Manuel Fernández, Doctor en Física Nuclear y responsable de marketing y relaciones institucionales de esta compañía. Una vez dentro del simulador, que no es otra cosa que una réplica exacta de la sala de control de la unidad 1 de la central nuclear de Almaraz (esta central tiene dos reactores nucleares, y, por tanto, otras tantas salas de control), nuestra guía fue Amparo Giner, una instructora especializada en esta sala de control que conoce al dedillo no solo los procedimientos con los que deben estar familiarizados los operadores nucleares, sino también todas las peculiaridades de esta sala de control en particular.
Como podemos intuir, los operadores de la sala de control tienen la responsabilidad de controlar minuciosamente el funcionamiento de las instalaciones de generación de energía eléctrica de la central para garantizar que cumplen su cometido correctamente y en condiciones seguras. Su ámbito de competencia se extiende desde el reactor nuclear hasta el alternador que inyecta la electricidad en la red, por lo que supervisan el correcto funcionamiento de todos los elementos de los que hemos hablado hasta ahora. Para llevar a cabo su labor disponen de una enorme cantidad de dispositivos electrónicos que les facilitan información precisa acerca de las condiciones de trabajo de cada uno de estos elementos, así como de actuadores que les permiten modificar su funcionamiento. Los operadores interpretan estos datos y toman las decisiones necesarias para garantizar que la central continúa operando con seguridad.
Para obtener la licencia de operación los candidatos deben superar una formación inicial en las instalaciones de Tecnatom que dura aproximadamente tres años, así como los exámenes del Consejo de Seguridad Nuclear
La mayor parte de los candidatos a operador de la sala de control de una central nuclear tiene formación previa como ingeniero técnico industrial. Aun así, para obtener la licencia de operación deben superar una formación inicial en las instalaciones de Tecnatom que dura aproximadamente tres años, así como los exámenes del Consejo de Seguridad Nuclear. No obstante, su formación no acaba aquí. Una vez que han superado este proceso y comienzan a trabajar en una central nuclear deben regresar periódicamente a las instalaciones de Tecnatom para asumir la formación continua necesaria para renovar sus conocimientos durante tanto tiempo como perdure su actividad laboral.
Los instructores, además de transmitir a los estudiantes los conocimientos técnicos que necesitan para llevar a cabo sus funciones como operadores, preparan en el simulador de la sala de control (que como hemos visto es una réplica exacta de la sala de control de la central nuclear) ejercicios que simulan escenarios que podrían darse en una central nuclear real. La probabilidad de que se produzcan muchos de estos escenarios simulados es excepcionalmente baja, pero los operadores deben estar capacitados para resolver cualquier situación con garantías, por improbable que sea.
Los operadores de la sala de control deben tener un conocimiento técnico muy profundo, pero también habilidades de comunicación que les permitan minimizar la posibilidad de que un error de comunicación provoque un error humano. Esta es la razón por la que durante su formación inicial y continua en Tecnatom trabajan mucho las herramientas de prevención del error humano. No obstante, no todos los operadores nucleares tienen el mismo ámbito de competencia. En la sala de control hay cuatro figuras: un operador de la turbina, un operador del reactor, un supervisor y un jefe de turno que es el responsable máximo de todo lo que sucede en el interior de la sala de control.
Los tres primeros deben estar en todo momento en la sala de control. El jefe de turno puede salir momentáneamente, pero también debe estar presente durante la mayor parte del tiempo en la sala de control. Por otro lado, la sala tiene dos zonas bien diferenciadas: la parte de secundario, que es la zona de la habitación en la que trabaja el operador de la turbina, y la parte del reactor, que es la porción de la sala de control en la que lleva a cabo su labor el operador del reactor. Un apunte interesante: Tecnatom diseña y suministra tanto los simuladores completos como las salas de control. Todos los modelos sobre los que corren los simuladores (termohidráulicos, eléctricos, lógicos, etc.) han sido desarrollados por los ingenieros de la compañía española, lo que refleja su capacidad de innovación.
En la siguiente fotografía podéis ver la cabina desde la que los instructores supervisan el trabajo dentro de la sala de control de los estudiantes que están recibiendo la formación inicial o continua. Lo curioso es que no solo ven lo que hacen y son testigos de las decisiones que toman; también escuchan lo que dicen para conocer de primera mano y en tiempo real sus razonamientos y la habilidad con la que se comunican entre ellos.
Como podéis ver en la siguiente fotografía la cantidad de paneles e instrumentos instalados en la sala de control de los que los operadores tienen que estar pendientes es abrumadora. Lo es, al menos, para las personas que no estamos familiarizadas con este entorno, pero sin duda no lo es para ellos una vez que han superado una formación tan rigurosa como la que reciben. Todas las paredes de la habitación están repletas de pantallas, registradores, manetas de operación, interruptores y otros dispositivos con el propósito de poner en manos de los operadores no solo la información que necesitan para supervisar el funcionamiento de las instalaciones y tomar decisiones, sino también para actuar de forma directa sobre el funcionamiento de la central nuclear.
El monitor de la siguiente fotografía es uno de los que están instalados en el interior de la cabina desde la que los instructores supervisan la actividad de los alumnos en la sala de control. Como podéis ver, esta pantalla en particular refleja el estado en un instante determinado del circuito primario, que alberga elementos tan importantes como lo son la vasija nuclear, los generadores de vapor, las bombas y el presionador. Este circuito primario en particular tiene tres lazos.
El siguiente monitor muestra de forma muy minuciosa los parámetros de operación que describen el funcionamiento del presionador. Como vimos en la sección anterior del artículo, este elemento es el responsable de someter al agua del circuito primario a la presión necesaria para que se mantenga en todo momento en estado líquido a pesar de alcanzar una temperatura máxima de 325 grados centígrados debido a su contacto directo con las barras de combustible nuclear alojadas en el interior de la vasija.
El siguiente monitor de la sala de control describe los parámetros de funcionamiento de la turbina, que, como hemos visto, es la máquina que se responsabiliza de transformar la energía cinética del vapor del circuito secundario en energía mecánica. En el centro de la pantalla podemos ver con claridad no solo la velocidad con la que está girando la turbina (1.500 revoluciones por minuto), sino también la potencia que está generando (1.000 megavatios). Cada uno de los reactores instalados en las centrales nucleares españolas es capaz de generar una potencia eléctrica que oscila entre 1.000 y 1.100 megavatios.
Los dispositivos que podemos ver en la siguiente imagen son registradores. Son parecidos a los sismógrafos utilizados para medir la intensidad de los temblores provocados por el movimiento de las placas tectónicas, pero en vez de escribir en papel, estos son digitales. Sirven para medir caudales, niveles, presiones, temperaturas y otras variables esenciales para conocer el funcionamiento de las instalaciones de la central a lo largo del tiempo.
El siguiente instrumento muestra los parámetros de operación del sistema de refrigeración del reactor nuclear. Es crucial que este elemento trabaje siempre dentro de su rango de temperaturas de operación porque si este parámetro se incrementa excesivamente las barras de combustible podrían fundirse y desencadenar un accidente. Afortunadamente, los operadores disponen de la información y los recursos que necesitan para evitarlo (las centrales nucleares han avanzado muchísimo en materia de seguridad desde que en 1986 se produjo el accidente de la central de Chernóbil).
El panel de control que podéis ver en la siguiente fotografía describe el estado y la posición de las barras de control del reactor. En la fabricación de estas barras se utilizan elementos que tienen una gran capacidad de absorción de neutrones, como el boro, la plata o el cadmio, y su propósito es controlar la reacción de fisión nuclear que se está llevando a cabo dentro de la vasija del reactor. Y eventualmente detenerla del todo en aquellas circunstancias en las que es necesario hacerlo.
En la fabricación de las barras de control de los reactores nucleares se utilizan elementos que tienen una gran capacidad de absorción de neutrones, como el boro, la plata o el cadmio
Si por alguna razón fuese necesario controlar o detener la fisión (por ejemplo, para parar el reactor y cambiar una parte del combustible nuclear) habría que activar un mecanismo que permite que las barras de control bajen y penetren por unos huecos alojados entre las vainas de las barras de combustible. De esta forma las barras de control comenzarán a absorber neutrones y la fisión nuclear en cadena se detendrá. Curiosamente, las barras de control de un reactor nuclear moderno son capaces de descender a la posición en la que detienen la fisión en solo 1 s.
Los dispositivos que podéis ver en la siguiente fotografía son manetas de operación. Su función es sencilla, pero también crucial: sirven para operar componentes de la planta, permitiendo abrir y cerrar válvulas, entre otras opciones.
Si os fijáis en el registrador de la esquina superior izquierda de la siguiente y última fotografía veréis que sirve para identificar la presión a la que está sometido el recinto de contención que aísla al circuito primario del entorno. Este habitáculo es crucial porque representa la última barrera de contención a la hora de evitar que el material radiactivo alojado en el circuito primario quede expuesto y entre en contacto con la atmósfera. Como vimos unos párrafos más arriba, el recinto de contención está construido con una robustez tal que le permitiría soportar el impacto de un avión. Ahí es nada.
Imágenes del esquema de la central nuclear | Tecnatom
Más información | Tecnatom
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