Las tecnológicas ante su tormenta perfecta financiera: hundimientos, batacazo cripto y capital riesgo congelado

La última Nochevieja. Ese fue el punto de inflexión que marcó el principio de una caída. Esos fueron los días en los que el S&P 500, el índice bursátil de las quinientas mayores empresas de Estados Unidos y considerado como el más representativo del estado real del mercado, tocó techo antes de empezar a caer.

En ese índice, cuyos primeros puestos acaparan las grandes tecnológicas, se encuentra uno de los primeros síntomas de que algo no iba tan bien en este sector. Una corrección del mercado que ha dejado a las 10 mayores tecnológicas del mundo por capitalización bursátil en rojo en lo que llevamos de año. Tanto estadounidenses como chinas como surcoreanas: ninguna ha escapado a este descalabro.

Caídas de hasta el 75% en lo que va de año

La caída va desde el 14% de Samsung, quien mejor ha resistido estos primeros meses, hasta el 43% que se ha dejado Nvidia, quien había logrado llegar a ese top 10 de forma meritoria. Todavía cotiza por encima de Samsung, 80.000 millones de dólares más abajo, pero la brecha se ha vuelto a reducir. Las tres líderes han resistido algo mejor que el resto, pero Apple ha perdido el liderato entre las empresas cotizadas más valiosas del mundo, que ha vuelto a recaer en la petrolera Saudi Aramco.

Otras tecnológicas que cotizan en magnitudes inferiores tampoco han tenido una buena evolución mejor. De hecho, para la mayoría ha sido incluso peor. En esta selección de tecnológicas fuera de ese top 10 destacan las fortísimas caídas de PayPal, Netflix, Spotify, Shopify o una Coinbase —75% abajo en unos pocos meses)— que también ha sufrido otra crisis, la de las criptomonedas, que llevan meses encadenando caídas y han arrastrado a la más famosa casa de cambio.

Y otras empresas como Zoom (-85% desde máximos) o Peloton (-91%), aupadas por los confinamientos y el trabajo en remoto, también han sufrido fortísimas caídas al compás de la vuelta a la normalidad post-pandemia. Lo que el COVID les dio, la vacuna se lo quitó.

Una coyuntura que ha provocado lo que podrían parecer anomalías en una trayectoria de lustros en crecimiento sostenido: grandes tecnológicas que no pueden contratar los profesionales que necesitan o que han decidido posponer esos reclutamientos. El conocido como hiring freeze. Facebook dio hace unos días la voz de alarma al anunciar que necesitarían 10.000 nuevos trabajadores para construir su metaverso, pero que no podían permitirse contratarlos. Tres días después, el CEO de Uber habló de la contratación como "un privilegio". Netflix también está preparando despidos y adoptado un discurso que induce a las bajas voluntarias.

Despidos en startups y capital riesgo en retroceso

Si las grandes están disminuyendo o pausando nuevas contrataciones, en empresas más pequeñas y startups ha llegado el momento de los despidos en masa. Layoffs, un rastreador de despidos de la industria tecnológica estadounidense, ha ido recogiendo los miles de despidos acumulados en 78 startups en lo que llevamos de año.

Algunas de las más destacadas: Carvana (y sus despidos vía Zoom), Zwift, Reef, Vroom, Send, Doma. Incluso Cameo, una plataforma para comprar vídeos personalizados a celebridades, habitualmente usados para felicitar un cumpleaños sarcásticamente con un famoso venido a menos, también descubrió que no tiene un mercado como para mantener a 400 empleados. En cualquier caso, unas cifras de despidos inéditas desde los primeros meses de pandemia. Justo ahora que va volviendo la normalidad.

Una coyuntura que también tiene que ver con un capital riesgo cada vez más prudente en sus movimientos, que ha cerrado su grifo en detrimento especialmente de las empresas orientadas al crecimiento de usuarios posponiendo la preocupación por sus ingresos, una constante en los últimos quince años. Consecuencias: el doble de tecnológicas anunciando despidos que hace un año, un 80% menos de salidas a bolsa por parte de startups, y una caída del 10% (a final de este trimestre será mucho más) en la financiación con capital riesgo. Masayoshi Son, CEO de Softbank, dijo que sus inversiones en startups se reducirán entre un 50% y un 75%.

Motivos: una inflación disparándose a ambos lados del charco, un país con 7.000 ojivas nucleares invadiendo a otro y amenazando a varios más, y unos tipos de interés que van subiendo tras años en negativo. Además de todo lo anterior con las caídas bursátiles. Demasiada incertidumbre, malos indicadores y peores presagios como para ser optimista con las inversiones. Europa suele reaccionar con cierta latencia a los movimientos en Estados Unidos, así que podríamos ver similares escenarios con despidos y contrataciones congeladas en los próximos meses.

Cryptocrash

La pandemia trajo varias decisiones económicas, una de las de mayor impacto fue la de Estados Unidos empezando a imprimir más dólares que nunca, y así pasó a haber 4.000 billones (sí, billones) en circulación en enero de 2020 a 20.000 billones a finales de 2021. Es decir, el 80% de los dólares en circulación fue impreso en los últimos dos años. Una conducta alabada por la teoría monetaria moderna, que cree que monetizando el déficit público se aumenta la prosperidad económica, pero que suele dar alas a la inflación hasta que se eleva tanto que es imposible no verla. Como ha ocurrido.

Precisamente uno de los argumentos en favor de las criptomonedas, especialmente de Bitcoin por ser deflacionario, era servir como reserva de valor ante escenarios de alta inflación que disminuyese el valor del dinero. En esta primera etapa con la inflación al alza no ha sido así, aunque es una incógnita cuál será su cotización en dólares o euros dentro de un tiempo. Un millón, unos pocos, o los treinta mil actuales. Cara, cruz y canto.

Bitcoin tocó máximos en noviembre. 67.000 dólares. Hoy está en torno a los 30.000. Muchísimo más que en sus máximos de cualquier año previo a 2021, pero un hundimiento de más del 50% en unos pocos meses.

En el mercado de criptomonedas existen divisas que se marchan sin hacer ruido y otras cuyo hundimiento hace tintinear todas las wallets. Eso último es lo que ocurrió en estas últimas semanas con Terra y Luna, una criptomoneda estable y su token hermano, de ahí el nombre satelital. Una luna valía 85 dólares el 4 de mayo. Hoy vale 400.000 veces menos. No es una hipérbole.

Mala noticia la caída para sus inversores, pero también para el grueso del mercado para las consecuencias que esta pueda tener. Hace unas semanas la capitalización de mercado de criptodivisas estaba por encima de los 2 billones de euros, según el BCE. El doble que el que acumulaban las hipotecas basura en 2007, antes de que todo estallara.

Venimos de un mercado alcista, tanto de criptomonedas como de acciones bursátiles tecnológicas, como de capital riesgo regando alegremente las arcas de startups para quienes el flujo de caja era una preocupación futura, no presente. Ahora las criptomonedas han caído entre un 50% y un 80% desde máximos (algunas directamente han desaparecido en pocos días), las acciones tecnológicas viven lejos de sus mejores días y las empresas emergentes no encuentran financiación sin una liquidez que hasta hace poco podía ser secundaria. La primavera del hemisferio norte trajo el invierno de todo un sector.

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