No le gusta que se refieren a él como CEO porque esa palabra, asegura, le resulta "muy comercial" y al proyecto que tiene entre manos junto a sus colegas no acaba de encajarle semejante etiqueta. Sin embargo ese es el rol que juega David Holz en Midjourney, el popular laboratorio que ha creado un programa homónimo capaz de generar imágenes espectaculares a partir de textos. Holz ejerce como su director ejecutivo, su fundador y uno de los nombres más destacados tras la firma.
Y con todo eso no es demasiado lo que se sabe de él. Ironías empresariales, tratándose Midjourney de una herramienta que ha alcanzado fama global incluso en fase beta, con millones de usuarios, y acaparado sonoros titulares y alguna que otra polémica, Holz es un directivo de perfil discreto. No se prodiga en las redes, ni abundan los detalles sobre su vida. Casi ni las imágenes, asociadas muchas de las disponibles a su etapa anterior como cofundador y CTO de Leap Motion.
Más que perfiles o detalladas reseñas biográficas, lo que abundan de Holz son noticias sobre su papel en Leap Motion, una startup que lanzó en 2010 junto a Michael Buckwalkd y no tardó en ganar popularidad gracias a sus dispositivos de control gestual y realidad aumentada. Eso y —ya a lo largo de los últimos meses— sus reflexiones personales sobre cómo la inteligencia artificial puede dejar huella en el mundo del arte y la economía o su encaje con los derechos de autor.
De destripar aparatos a crear túneles de viento
Sí se conocen algunas pinceladas biográficas que ayudan a trazar su perfil, personal y sobre todo profesional, la mayoría recogidas en la cuenta de LinkedIn con su nombre. Holz pasó su infancia en Fort Lauderdale, al sur de Florida, en una comunidad costera de grandes caserones y un vecindario en el que era más fácil encontrarse con vecinos entrados en años que familias jóvenes con niños.
Su padre, David, es un dentista aficionado a las ciencias, pasión que comparte con su madre, que de niña intentó construir un cohete que acabó dejando un cráter de dos metros y medio en el suelo. Sin demasiadas opciones para jugar con amigos de su edad, Holz decidió seguir la estela de sus progenitores y se dedicó a "destripar" en el garaje cualquier aparato eléctrico que cayera en sus manos.
"Acumulé esa provisión de material eléctrico de la gente de mi pueblo. Alguien rompía su ordenador y me lo daba", comentaba a Science Popular en 2013, unos años después de embarcarse en Leap Motion. Con semejante "botín" electrónico, Holz se dedicaba luego a examinar con detalle cada uno de los componentes que llegaban a su mesa e imaginarse qué nuevas aplicaciones podría darles.
Con ocho años a aquella obsesión por desmontar aparatos empezó a sustituirla otra bastante más provechosa: la de montarlos. "Era bastante bueno construyendo aviones de papel, verifiqué de forma experimental cuáles eran buenos y por qué”, relata. Su curiosidad voraz no se conformó con probar nuevos folios, pliegues y diseños, así que acabó improvisando un túnel de viento en el garaje de casa, fabricado con plexiglás, cartón y grandes ventiladores y pesas.
Tampoco aquello fue suficiente.
A lo largo de los años siguientes Holz seguiría trasteando con túneles de viento, quiso poner en marcha un peculiar experimento casero para probar la teoría de la relatividad especial tras leer 'Breve historia del tiempo', de Stephen Hawking, y ya en el instituto aprendió a manejar software de diseño para construir modelos en 3D de las cosas que quería fabricar. Al relatar su infancia a Popular Science Holz recordaba su interés por las ciencias y matemáticas y cómo empezó a plantear preguntas en la escuela que ponían en serios apuros a sus profesores.
Sus pasos acabarían llevándolo a la Universidad Atlántica de Florida (FAU) y la de Carolina del Norte-Chapel Hill (UNC) para estudiar Matemáticas y Físicas y, más tarde, embarcarse en un doctorado en Matemáticas Aplicadas. Allí, dentro de la UNC, recuerda, se encontró al fin con "túneles de viento gigantes y una enorme piscina para que la gente pudiera entender las matemáticas de las olas".
Para completar su currículo, saciar su curiosidad, o ambas cosas, empezó a sondear diferentes equipos de investigación. Y no le fue mal. Holz acabó tratando con dos instituciones de prestigio: el Centro de Investigación Langley, de la NASA, donde estudió radares láser, entre otras cuestiones; y el Instituto Max Planck de Florida, con un proyecto en un campo distinto, el de la neurociencia.
Y llegó el salto al ruedo empresarial
Quizás fuesen áreas apasionantes, pero Holz llegó a la conclusión de que estaba dispersando demasiado su atención y había llegado el momento de mover ficha, y de forma drástica: dejó la UNC para lanzarse al mundo empresarial. En su cabeza rondaba desde hacía ya algunos años la idea de desarrollar una nueva forma de interactuar con los ordenadores, una distinta, basada en gestos.
El resultado sería Leap Motion, una empresa que Holz y Michael Buckwald impulsaron con el propósito de crear algo parecido a un Holodeck de 'Star Trek'. La maquinaria se puso en marcha en 2008 y dos años después la compañía era ya una realidad a la que, con el tiempo, no le fue mal del todo: sus sistemas de control gestual y realidad virtual captaron el interés de los medios… y les abrió la cartera de los inversores y las grandes compañías del sector, incluida Apple, que en cuestión de cinco años intentó hacerse con la startup en dos ocasiones.
En 2019 la empres pasó a manos de UltraHaptics, una compañía británica centrada en el desarrollo de interfaces virtuales con retroalimentación háptica, a cambio, según deslizó en su momento The Wall Street Journal, de alrededor de 30 millones de dólares, muy por debajo de la valoración máxima que había llegado a alcanzar Leap Motion en 2013, cuando se hablaba de 306 millones.
En el perfil de LinkedIn con su nombre figura que Holz estuvo vinculado a la compañía, hoy denominada Ultraleap, hasta 2021. A partir del verano de ese año se presenta como fundador de Midjourney, el laboratorio que se ha hecho famoso por su herramienta de inteligencia artificial capaz de generar imágenes a partir de indicaciones escritas. El motor estuvo en fase cerrada de pruebas durante meses, hasta que en julio de 2022 dio el salto a otro peldaño, el de beta pública.
◤Midjourney x Rhizomatiks Year End Party 2022◢
— Rhizomatiks (@rhizomatiks) December 27, 2022
Conversation -
David Holz x Daito Manabe
🎤✨✨
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Desde entonces su fama ha ido en aumento, igual que la de otros recursos enraizados en la IA, como ChatGPTo Stable Diffusion. Su último asalto a los titulares llegó hace unos días, con el lanzamiento de Midjourney V5, una versión más potente del motor de IA generativa cuyos resultados —asombrosos y con mayor realismo que el V4— han empezado a circular ya por las redes.
En septiembre de 2022, durante una entrevista concedida a Forbes, Holz aseguraba que su creación la disfrutaban ya "millones" de usuarios.
"Nuestro Discord supera los dos millones. Es el servidor de Discord activo más grande con diferencia ahora", celebraba el empresario. No todo son felicitaciones ni titulares elocuentes. Aunque Holz defiende que Midjourney quiere "expandir la capacidad imaginativa de la especie humana", ya se las ha visto con una polémica delicada junto a otras IAs generativas: el uso que hacen del trabajo previo de los artistas humanos, un recurso del que echan mano para sus propias imágenes.
"No hay forma de obtener cien millones de imágenes y saber de dónde proceden. Estaría buen que tuvieran metadatos incrustados sobre el propietario del copyright o algo así. Pero eso no existe. No hay un registro. No hay forma de encontrar una imagen en Internet, rastrearla automáticamente hasta su propietario y hacer algo para autentificarla", reconocía en septiembre Holz a Forbes.
E incluso iba un poco más allá cuando le preguntaban por cómo se fabricó el dataset. "Es una gran búsqueda en Internet. Utilizamos los conjuntos de datos abiertos que se publican y nos formamos con ellos. Diría que es algo que hace el cien por cien de la gente. No fuimos exigentes. La ciencia está evolucionando muy rápidamente en términos de la cantidad de datos que realmente necesita, frente a la calidad del modelo. Tardaremos unos años en entenderlo y, para entonces, puede que tengamos modelos que entrenemos con casi nada".
Imagen de portada: Society for Science
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