La compra de Twitter por parte de Elon Musk se ha convertido en un auténtico culebrón cuyo último capítulo ha acontecido este mismo lunes. Después de que el pasado viernes el magnate dijese que iba a congelar la compra de la red social hasta que la empresa le diese detalles sobre el porcentaje real de cuentas falsas y de spam que hay en la plataforma, ayer señaló en el All-In Summit de Miami que la operación podría fracasar y que la posibilidad de hablar sobre un precio más bajo al acordado hace casi un mes (44 mil millones de dólares) “no está fuera de la discusión”, según informa el Financial Times.
El problema. El principal punto de desencuentro entre Musk y los responsables de Twitter en estos momentos tiene que ver con el porcentaje de cuentas falsas que existen actualmente en la red social. De acuerdo con los todavía dirigentes de la plataforma, son menos del 5%, una cifra que el magnate sudafricano está poniendo en duda desde el pasado 13 de mayo.
Según ha explicado Musk a través de su cuenta de Twitter este martes, los responsables de la red social se niegan a mostrar pruebas de que efectivamente las cuentas falsas son menos del 5% del total de usuarios de la plataforma, y asegura que cree que el porcentaje real se encuentra en torno al 20%. Ante estas sospechas, el magnate afirma que su oferta de 44.000 millones de dólares se habría basado en datos imprecisos, motivo por el que se estaría replanteando la compra.
En respuesta a las acusaciones de Musk, este lunes el CEO de Twitter, Parag Agrawal, ha explicado en un largo hilo el trabajo de sus empleados para combatir las cuentas falsas y aseguró que cada día bloquean aproximadamente medio millón de ellas. Una información que no convenció en absoluto al dueño de Tesla y SpaceX, que contestó a Parag Agrawal con un emoji escatológico.
¿Realidad o estrategia? Lo cierto es que Twitter no ha dado detalles sobre la forma en la que calcula internamente el número de cuentas falsas que existen en la plataforma. Pero Musk tampoco ha dicho de dónde ha sacado el porcentaje del 20% con el que ha justificado la congelación temporal de la operación. En estos momentos, por tanto, es la palabra de Agrawal contra la del magnate sudafricano.
Así, no queda claro si Musk efectivamente ve peligrar su inversión, y por eso está replanteándose la compra, o si está aprovechando las dudas sobre el porcentaje real de cuentas falsas para generar más ruido y tratar de rebajar el abultado precio de la operación. Lo que sí es seguro es que está protagonizando un nuevo episodio del ya largo culebrón en el que se ha convertido la adquisición de Twitter.
Un amor tormentoso. Elon Musk lleva manifestando su amor por Twitter desde hace tiempo. Es la plataforma que elige para comunicar muchas de sus decisiones más importantes y para divertirse cuando se le antoja con mensajes que sacuden los sectores tecnológico y financiero.
Sin embargo, no es una pasión incondicional, ya que el magnate ha criticado reiteradamente las políticas de moderación de la red social y la ha acusado en varias ocasiones de falta de libertad de expresión. Algo que le llevó, incluso, a plantear la creación de su propio Twitter de código abierto. Pero Elon cree en la plataforma, a pesar de sus defectos, y como a veces ocurre en las relaciones sentimentales, lejos de aceptarla tal y como es, cree que puede cambiarla.
Del noviazgo al matrimonio. Así, a los pocos días de plantear la creación de su propia red social, Musk sorprendió a todo el mundo con la compra del 9,2% de las acciones de Twitter por un total de 2.890 millones de dólares. Comenzaba así un noviazgo en el que el magnate se encontró con una incómoda realidad: aunque fuese el máximo accionista de la plataforma, tenía que compartirla con los demás propietarios, y él la quería sólo para sí.
Por eso, a las pocas semanas se conseguir el 9,2% de las acciones dio un importante salto adelante y planteó hacerse por completo con Twitter por una cantidad desorbitada, 44.000 millones de dólares. Una proposición que los actuales propietarios de la red social aceptaron tras varios días de negociación. Elon lo había conseguido, la red social que tanto quería iba a ser completamente suya.
Problemas de convivencia. Sin embargo, a los pocos días de convivir con Twitter, Elon se dio cuenta de que los defectos que le habían causado cierto rechazo desde fuera podían ser mucho peores de lo que había imaginado, por lo que decidió detener el compromiso hasta estar seguro de que los problemas de los que adolece la red social no van a llevar su matrimonio al fracaso. O, tal vez, tan sólo quiere que la boda le salga algo más barata.
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