Hubo un tiempo, no hace tanto, antes del batacazo del ladrillo y el cierre del grifo del crédito, en que pocas cosas había más difíciles en España que darse un paseo por una ciudad sin encontrarse con andamios, grúas y excavadoras. Con el paso de los años y a medida que el sector ha cicatrizado las heridas de la crisis, esa estampa se ha ido recuperando. Ahora quizás tenga los días contados.
Al menos tal y como la conocemos.
No porque se deje de construir, sino porque construimos distinto. De las obras tradicionales, con albañiles que se encargaban de acarrear ladrillos, cemento, agua y vigas para levantar los edificios desde cero en la misma parcela, pasamos a un modelo diferente, con piezas elaboradas en naves que se ensamblan en mucho menos tiempo. De los obreros con cascos, enganchados al andamio, paleta en mano y al albur del clima, empezamos a pasar a los operarios encerrados en naves.
La clave: la construcción industrializada.
¿Qué es la construcción industrializada? Pues básicamente levantar viviendas con una mentalidad no muy distinta a la que aplicamos cuando fabricamos coches. En vez de construir una casa a la antigua usanza, en el solar, apilando ladrillos, la componemos con piezas ya fabricadas en una nave. Los muros y forjados, por ejemplo, se elaboran en una fábrica, offsite, para trasladarlos y ensamblarlos luego en la parcela. El sistema puede aplicarse de forma parcial o total.
A caballo entre los prefabricados y las obras tradicionales. ¿Significa eso que las viviendas industrializadas funcionan como los bungalow prefabricados? No. Más bien están a caballo entre estos últimos y las obras clásicas. La diferencia es simple. En el caso de los bungalow prefabricados, el inmueble se construye en una nave y se traslada —entero o dividido en pocos partes— a un solar en el que se acondiciona. Con las casas industrializadas no se maneja el bloque entero, sino por módulos que luego se ensamblan y combinan en el que será su emplazamiento definitivo.
Igual que lo que se ha hecho toda la vida con las ventanas o puertas, pero extendiéndolo a sus componentes más centrales. Una vez en el solar y preparada la cimentación, se montan. Algunas empresas especializadas, por ejemplo, elaboran el 80% del proceso en sus fábricas y rematan el 20% restante a pie de obra. En total, para una vivienda de 200 m2 fabrican cuatro módulos, dos situados en la planta baja y los dos restantes para el nivel superior. Otras manejan seis.
¿En qué punto está en España? De momento su peso en el sector es bastante anecdótico. El Economista detalla que, en España, las viviendas industrializadas representan el 1% del total, a años luz del 50% de Holanda y muy alejado de los porcentajes que manejan otros países europeos, como Alemania (9%) o Reino Unido (7%). Su peso testimonial, eso sí, podría cambiar en no mucho.
The Prototipo Company calcula que en 2030 podrían representan ya cerca del 40% de todas las nuevas construcciones. La constructora navarra ACR espera también que en cuestión de cuatro o cinco años entre el 20 y 30% de su facturación proceda de la fabricación industrializada. Hay quien apunta a un crecimiento más modesto del 10 o 15% en cuatro años si el sector decide apostar por esa vía. Varían los porcentajes, pero en cualquier caso coincide la tendencia: al alza.
Una fórmula que ya atrae a las empresas. Se cumplan o no esos vaticinios, lo cierto es que en España hay empresas ya que trabajan con la nueva fórmula, como Avintia, Homm, Atlántida Homes, Neoblock o Lignum Tech. Aedas Homes ha impulsado también más de una veintena de promociones offsite desde 2018. En marcha —precisa El Economista— tiene más de medio centenar de proyectos residenciales que aplican el sistema de forma parcial y sumarán más de 2.000 residencias.
Su objetivo es que a partir del año que viene como mínimo el 25% de las viviendas entregadas se hayan levantado con el sistema, bien aplicado de forma íntegra o de parcial. No está mal teniendo en cuenta que en España la producción se movía tradicionalmente por debajo de las mil casas anuales.
¿Cuáles son las ventajas del sistema? Las empresas que han apostado por la industrialización no escatiman a la hora de enumerarlas. Una de las fortalezas en las que más insisten es la flexibilidad del sistema frente a los edificios prefabricados convencionales. En vez de ajustarse a las opciones limitadas de un catálogo —y asumir importantes sobrecostes para adaptarlas a sus gustos— quien compra una vivienda industrializada puede decidir el diseño, que luego divide en piezas.
Culmia indica otras fortalezas, como el aumento de eficiencia, el ahorro de tiempos —de hasta un 50%, según Bauen— y una menor generación de residuos. Los cálculos de ACR apuntan que gracias a la industrialización una obra de 20 a 21 meses puede reducirse a 15 o 16, “un ahorro relevante” con un proceso que “genera mucho menos impacto ambiental y resulta más sostenible”. Según detalla a El País, cambiar el sistema de construcción tradicional, in situ, por otra offsite puede ayudar a alcanzar las exigencias de la Unión Europea para reducir la huella medioambiental.
¿Y los puntos débiles? El principal probablemente es que que, como demuestran con claridad los datos del sector, la industrialización es todavía un sistema minoritario, que se mueve entre el 1 y 2%. Hay quien cree en cualquier caso que la crisis y el encarecimiento de materiales que ha padecido el mercado ha podido impulsar también nuevas fórmulas de edificación como la propia industrialización. Sobre todo, defienden, por su capacidad para acelerar plazos y “controlar los costes”.
Quizás su principal hándicap esté relacionado sin embargo con el propio sistema de producción, el mismo del que saca también sus fortalezas. La fabricación en nave puede resultar más limpia, ágil y requiere un menor consumo de ciertos recursos; pero… —señala Arrevol— ese mismo recinto condiciona también en buena medida las características que puede tener la vivienda.
Lo cierto es que el sector se ha centrado hasta ahora en viviendas unifamiliares, aunque con la vista puesta en proyectos de mayor altura. “Con este mismo modelo hay países como Reino Unido donde se están haciendo edificios de 40 plantas”, comenta Jorge Perelli, de Bauen, a Idealista.com.
La pregunta del millón. La pregunta clave es efectivamente otra: ¿Cómo afecta a los costes? ¿Es más cara una vivienda industrializada? Culmia calcula que en la construcción se registra un recorte de costes de entre el 10 y 15%, pero advierte: “No hay que confundir esa inversión con el precio final de los inmuebles, que, por lo general, no dista mucho de las viviendas tradicionales”.
Desde Aedas precisan un poco más: “En costes comparables con la misma calidad, entre obra tradicional y obra industrializada, estamos del orden de entre un 5 y 8% por encima para lo que sería un producto estándar”. La opción ganaría competitividad en zonas con mercados tensionados, como Baleares, Costa del Sol o Madrid y Barcelona. “No es un producto de menor calidad, sino que ofrece mejor acabado y calidad. No sé por qué tiene que ser más barato”, concordaba Michel Elizalde, consejero delegado de ACR, en una entrevista con El País hace solo unos meses.
Imágenes | Aedas Homes
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