La sequía ha sido uno de los temas recurrentes de los últimos meses. Tanto la falta de lluvias como sus diversas consecuencias llevan más de un año en la agenda informativa. Es por ello que la pregunta de cuánta agua nos queda se haya formulado de muy diversas formas.
Solo hay un problema: en realidad no somos capaces de contestarla.
Es más, lo que sí sabemos que nuestras reservas hídricas están por debajo de lo que los datos indican. El motivo está en algo tan natural como los procesos de erosión y sedimentación, pero sus consecuencias llevan años preocupando a los expertos.
A lo largo de su cauce los ríos transportan pequeñas partículas de roca y materia orgánica que tienden a acumularse en ciertos puntos del recorrido, ya sea en el lecho del río, en deltas fluviales o en los meandros de éste. Los embalses son otro de los lugares propicios en los que el agua tiende a “soltar” estas partículas.
El suelo de los pantanos tiende así a acumular lodos. El primer problema que esto genera es la pérdida de capacidad del pantano. A mayor porción del volumen de este ocupado por sedimentos menor es la cantidad de agua que puede almacenar.
El segundo problema es que no sabemos exactamente con qué velocidad se acumulan los sedimentos en cada pantano ya que esta puede variar en función de las características de cada cuenca y cada embalse. Si no sabemos cuantos sedimentos tenemos, tampoco podemos estar seguros de cuánta agua nos queda.
Las estimaciones sobre el peso del aterramiento, que es como se conoce a esta acumulación de sedimentos en los embalses, varían. Un estudio de batimetría realizado en 2018 por la Confederación Hidrográfica del Tajo en los embalses de Entrepeñas y Buendía estimó que la acumulación de estos sedimentos era insignificante.
En el extremo contrario, otro estudio de batimetría, este realizado por la Confederación Hidrográfica del Segura, estimaba que sus embalses podrían haber perdido entre el 10 y en 40% de su capacidad por la incidencia de este fenómeno. Destacaban el caso del embalse de Lorca, construido a finales del siglo XIX, que estaría en el extremo superior de esta horquilla.
Las estimaciones realizadas para el conjunto de los embalses españoles son limitadas. Un estudio realizado a partir de 110 embalses estimaba que la pérdida de capacidad podría estar en el entorno del 5%. José Luis Casamor y Antoni Calafat, de la Universidad de Barcelona, advertían en 2018 que la incertidumbre era alta en esta estimación, ya que la posibilidad de extrapolar los resultados de este estudio a más de un millar de embalses restantes era limitada.
Este es un problema sobre el que los expertos llevan años advirtiendo. El estudio realizado en la cuenca del Segura, por ejemplo, fue realizado en 2017, mientras que el trabajo de Casamor y Calafat fue publicado en 2018 en la publicación Tierra y Tecnología del ICOG (Ilustre Colegio Oficial de Geólogos).
En un segundo artículo (también publicado en 2018) en The Conversation, Casamor explicaba que el de los aterramientos era un problema con soluciones “caras y de difícil ejecución”. Limpiar el lecho del embalse de sedimentos es una tarea ardua que exige el vaciado del embalse, algo que puede ser aún más complicado en embalses antiguos, explica Casamor.
La prevención es una mejor opción para este experto. Esta pasa por incorporar los conocimientos sobre la acumulación de sedimentos en el proceso de diseño de las infraestructuras. Otra la inclusión de diques previos al embalse puede contener los sedimentos río arriba de forma que no se acumulen en el embalse.
Otras medidas propuestas para contener los sedimentos río arriba incluyen la reforestación. Las plantas contienen la erosión del suelo, lo que hace que menos partículas lleguen a los ríos y de ahí a los embalses. En este sentido, el abandono rural también ha sido señalado como parcial responsable de la situación. Los incendios también contribuyen a la llegada de sedimentos a los cauces, por lo que la lucha por contenerlos también puede aportar su granito de arena.
En Xataka | España lleva años coqueteando con un desastre que en 2024 parece inevitable: "el año de la sequía"
Imagen | Ray Raimundo
Ver 5 comentarios