"El que resiste, gana". Cuando Camilo José Cela dijo esas palabras en la platea del teatro Campoamor aquel 29 de octubre de 1987 en que recibió el Príncipe de Asturias, seguramente no estaba pensando en nuestro protagonista de hoy. Pero la frase parece escrita, casi letra a letra, para el escarabajo acorazado diabólico (Phloeodes diabolicus).
Afincado en la costa occidental de Estados Unidos, este escarabajo comerrobles no puede volar, ni es especialmente rápido en sus movimientos. No obstante, es capaz de resistir 39.000 veces su propio peso. Sin inmutarse. Esa resistencia a golpes, aplastamientos y perforaciones es su principal baza evolutiva y también lo que lo convierte en el particular objeto de deseo de ingenieros e investigadores.
Ahora David Kisailus y su equipo han encontrado el secreto de esa resistencia abriendo la puerta a un sinfín de usos que van desde la construcción a la ingeniería aeronáutica.
El secreto del escarabajo diabólico
El equipo de Kisailus ha estudiado las características estructurales y la composición material de los élitros (que es como se denominan las "alas delanteras exoesqueléticas resistentes al aplastamiento") que les dan esta resistencia que le da fama. Han necesitado microscopía avanzada, espectroscopía y pruebas mecánicas, pero han conseguido observar una serie de "juntas en forma de rompecabezas entrelazadas" que dan entidad estructural a dichos élitros. Al parecer, la geometría y la microestructura laminada de esas estructuras un entrelazado mecánico que endurece el exoesqueleto.
La idea es interesante, pero la Oficina de Patentes está pavimentada con ideas interesantes que no llegan a ningún sitio.
Así que los investigadores se pusieron manos a la obra para construir un prototipo. Una serie de juntas (de metal y plástico) que imitan a las estructuras observadas en el escarabajo y, además, son compatibles con varios tipos de 'sujetadores' mecánicos que se usan habitualmente en cosas tan distintas como las turbinas eólicas y la industria aeroespacial.
Las pruebas, aún parciales, parecen apuntar a que los diseños ofrecen una mayor resistencia que los sistemas más utilizados hoy por hoy. Es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero algo está claro: la naturaleza sigue enseñándonos cosas valiosísimas.
Imágenes | David Kisailus
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