Durante la pasada década hemos visto cómo tomaba forma una pequeña revolución dentro de la informática: la llegada de los discos SSD o unidades de estado sólido. Dado su alto precio inicial, al principio fueron pocos los afortunados que pudieron disfrutarlos en sus equipos, pero con el tiempo se han popularizado tanto que ya es común verlos en equipos económicos.
Sin embargo, como la resolución 1366 x 768 en portátiles, o el conector VGA, hay componentes que se niegan a decir adiós, y los discos duros tradicionales son de los más resistentes al paso del tiempo en este sentido. Hoy vamos a ver en qué casos puede tener sentido recurrir a los discos duros clásicos (HDD) en la informática actual, y cuándo compensará sí o sí el SSD en nuestro portátil.
SSD vs disco duro: principales diferencias
A nivel de tecnología, la mayor diferencia entre SSD y discos duros tradicionales es que los primeros no utilizan componentes mecánicos con movimiento, sino que para almacenar los archivos recurren a celdas integradas memorias flash contenidas, a su vez, en microchips, siguiendo un esquema parecido a los clásicos pendrive. Eso sí, la tecnología a día de hoy en un SSD es mucho más avanzada que las memorias USB económicas.
Al no haber movimiento interno, las caídas no afectan a los SSD como afectan a los discos duros, que a menudo se dañaban al golpearse, sobre todo mientras estaban en funcionamiento. Así, si la durabilidad de los discos duros tenía que ver con su conservación física en la mayoría de casos, en los SSD la clave está en que las celdas pueden escribirse un número limitado de veces, sin que el magnetismo afecte, como sí hacía en los discos duros. Respecto a ellos, en los SSD nos despedimos de la fragmentación que tantos dolores de cabeza ha dado en la informática.
A nivel de consumo, calor y ruido, todo son ventajas para los SSD, que al no tener piezas mecánicas se calientan menos que los HDD (particularmente respecto aquellos "rápidos" como son los de 7.200 rpm y superiores), consumen menos energía y son totalmente silenciosos. La presencia de un disco duro tradicional, por el contrario, suele notarse sin hacer mucho esfuerzo auditivo, sobre todo cuando elegimos o el fabricante elige discos duros rápidos.
Y llegamos a la principal ventaja y desventaja de los SSD respecto a los HDD: su velocidad de transferencia de datos y su precio. Respecto a lo primero, los discos duros suelen estar en la horquilla de entre los 50 y los 150 MB/s en velocidad secuencia, mientras que los SSD van, generalmente, desde los 200 MB/s en el caso de unidades antiguas, a los 4.000 MB/s de las últimas unidades SSD PCIe 4.0, que todavía están muy poco extendidas.
No obstante, respecto a los HDD, la ventaja no es tanto la velocidad de lectura y escritura máxima, sino el tiempo de acceso al disco, que es lo que hace que todo se sienta instantáneo. En cuanto al precio, aunque los SSD han bajado mucho, para igualar el de los HDD todavía queda mucho. Por ejemplo, dando un paseo rápido por Amazon, vemos que un SSD de 4 TB de Sandisk, y SATA III, cuesta unos 400€. Un HDD de Seagate de esa misma capacidad, de 2.5" y de 5400 rpm sale a 150€. Y ni siquiera hablamos de que el Sandisk sea un SSD caro. Si nos vamos a PCOe y 4 TB, nos encontramos precios por encima de los 700€.
En qué casos escoger SSD o disco duro tradicional
En general, por todo lo que hemos visto, la recomendación general a la hora de comprar un ordenador portátil es fijarse casi en exclusiva en aquellos equipos que tengan disco SSD. Y es así porque hay algo que las ventajas y desventajas que se pueden repasar sobre el papel no cuentan: los sistemas operativos modernos de macOS y Windows, que son los sistemas operativos que suelen presentar los equipos que podemos adquirir en las principales tiendas, están desde hace tiempo mucho más optimizados para SSD. Y es así, sobre todo, en Windows 10.
Sobre un mismo equipo nuevo, de 2020, con pruebas en HDD y en SSD, la experiencia puede llegar a ser un drama en el primer caso, y una auténtica delicia en el segundo. Y todo esto, sin que realmente importe qué CPU o GPU tengamos. El disco duro a día de hoy es un enorme cuello de botella, por la cantidad tan grande de procesos en segundo plano que tiene Windows 10 rAspecto a, por ejemplo, Windows 7. En la época del viejo sistema, instalar SSD fue un acto revitalizador increíble para muchas máquinas. Hoy, directamente, puede ser su única opción.
Un disco duro puede ser una buena opción para un equipo al que se le vaya a exigir extremadamente poco, sobre todo en sistemas operativos antiguos (que por seguridad, no es recomendable usar). El problema de Windows 10 con los HDD es que el uso de disco del sistema es frecuente verlo al 100% de uso, lo que en experiencia equivale a una lentitud extrema, como quedarse sin RAM. Si ocurre en un equipo en el que solamente se vaya a utilizar Microsoft Word y Chrome, la apertura y el uso de ambas aplicaciones será extremadamente lenta. Si se logra esquivar ese problema (con la última versión, May 2020 Update puede haberse arreglado), un HDD es una opción aceptable.
Otro caso en el que se puede optar por un HDD interno es cuando sobre el equipo no se vayan a realizar tareas con interacción por parte del usuario, y por ejemplo se utilice para servir archivos en una red local. Ahí, contar con un HDD de 4 TB por 150€ en ligar de un SSD por 400€ tiene todo el sentido económicamente hablando. Además, dado que los SSD tienen una vida útil determinada, para el uso de archivos muy grandes que estresan las celdas con más ciclos de escritura, el HDD puede ser mejor.
También existen escenarios en que pueden convivir ambas tecnologías. Todavía existen muchos portátiles con lector/grabador de DVDs, y en la mayoría de casos, es sencillo cambiarlos por una carcasa en la que montemos un HDD. Así, si contamos con un SSD como unidad principal del equipo, equiparlo con una segunda unidad interna de HDD con mucho almacenamiento puede ser una opción ideal para instalar programas en el SSD y llevar datos en el HDD, en lugar de tener que cargar con un disco duro externo y una grabadora que en muchos casos no se utiliza.
En este mismo sentido, también hay equipos que, a día de hoy, llegan con un conector M2 para SSD de tamaño reducido, y un puerto tradicional para HDD o SSD SATA con formato de 2.5". En ese caso, igualmente es buena idea utilizar un SSD SATA o PCIe en el M2, y un HDD de gran almacenamiento en el conector de 2.5". Perderemos el silencio de los SSD, pero ganaremos mucho espacio de almacenamiento. Respecto al almacenamiento externo, si se necesita mucha velocidad, los SSD son la única opción, pero si no es así, los discos duros externos siguen siendo lo más aconsejable. Eso sí, llevan mucho peor los golpes.
En resumen, aunque por motivos de costes de almacenamiento y de vida útil los HDD aún tengan mucho que decir, los SSD son recomendables en el resto de casos, tanto por su extremadamente mejor rendimiento, como por el silencio, el consumo energético (que puede ayudar a alargar la batería de nuestro portátil) o por el menor calor generado.
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