Sí, lo sabemos: 'Terminator 2' está considerada una de las cimas del cine de acción y ciencia-ficción modernos. Un auténtico festival de robots asesinos, efectos especiales de primera categoría, villanos perfectos y banda sonora absolutamente mítica. Una de las mejores películas de los noventa, cima de las películas de Schwarzenegger y James Cameron y ejemplo paradigmático de cine comercial de primera categoría.
Todas estas banderas se volvieron a ondear con ocasión del reestreno de la película en salas hace tres años, en versión 4K, en 3D y con escenas retocadas y supervisadas por James Cameron, que eliminó escrotos, disimulado especialistas y arreglado fallos de raccord. Los fans bramaron al unísono que You could be mine y nosotros, como siempre que hay un clamor más o menos unánime en torno a una manifestación de cultura pop, nos preguntamos honestamente si tanto fervor es para tanto.
La respuesta inmediata es que sí. Nos gusta tocar las narices a los fanáticos de cualquier signo, pero las virtudes de 'Terminator 2' son innegociables: su estructura de persecución kilométrica con el volumen al 11 es una interesante reformulación de la estructura argumental de la primera entrega. En aquel caso, como veremos, el resultado era superior, pero 'Terminator 2', con sus cambios de vehículos y su velocidad febril hasta el último tercio de la aventura, es una huida hacia adelante memorable.
El otro aspecto en el que 'Terminator 2' triunfa de forma indiscutible es en los efectos digitales. Pionera en el empleo del CGI, consigue sorprender pero no abrumar, y todos los aspectos relacionados con el T-1000 de Robert Patrick siguen siendo pasmosos aún hoy por la efectividad nada exhibicionista que demuestran. Parece mentira que estemos hablando de James Cameron, pero en términos de efectos especiales digitales, en 'Terminator 2' todo está en su sitio y con la medida correcta. Por eso apenas ha envejecido en ese aspecto.
Pero hay muchas otras cuestiones de 'Terminator 2' que no han envejecido tan bien. Y eso no sería un problema (quién puede presumir de no haber envejecido en 26 años) si no fuera porque la enorme sombra de la película ha oscurecido los indiscutibles logros de una película superior -la primera 'Terminator'- y de otra muy estimable -'Terminator 3'-. Corramos un tupido velo sobre las últimas ('Salvation', 'Génesis' y 'Destino oscuro') pero recuperemos otro par que hoy estarían mejor consideradas si no fuera por la monstruosa que devoción que levanta 'Terminator 2'. Estos son sus problemas.
Una serie B venida a más
Todos los problemas de 'Terminator 2' radican en un concepto al que normalmente no se presta atención: estructuralmente, 'Terminator 2' es un reboot de la primera entrega. Aunque argumentalmente sea, obviamente, una continuación, con una Sarah Connor superviviente y traumatizada por las tropelías del Terminator precedente y un John Connor ya convertido en adolescente rebelde, su estructura es un calco con variaciones: un robot del futuro viaja hasta el presente para acabar con la posibilidad de que en el futuro John Connor lidere la resistencia contra las máquinas.
La diferencia está en que la primera 'Terminator' costó 6 millones de dólares y 'Terminator 2', 100 millones. Es la misma película, pero en una versión completamente desbocada: y mientras que en 'Terminator' todo está atado y bien atado (pocos escenarios, pocos personajes, ambientación urbana y nocturna), en 'Terminator 2' la cosa no tarda en salirse de madre. No sería un problema por sí mismo, pero lo que en 'Terminator' sabe a serie B disfrutona (empezando porque la película se titula TERMINATOR), en 'Terminator 2' esos elementos vienen inflados de épica algo vacía para que se sostengan.
En 'Terminator', el fin del mundo es un porvenir oscuro en el que hombres diminutos se enfrentan a máquinas terribles; en 'Terminator 2' el fin del mundo son niños en un parque abrasados por una bomba nuclear. El código sentimental y espectacular se potencia, y aunque a nivel iconográfico también funciona, la estética hosca, violenta y desalmada de la primera entrega se pierde.
'Terminator' solo quería ser una película de dos enamorados huyendo de un robot asesino, y que nos aspen si no es la mejor de ese género. 'Terminator 2' es, además, el secret origins de un mesías, un drama de familias rotas, una flojilla charleta pacifista, una exhibición de efectos especiales sofisticadísimos hasta rozar la obscenidad... y sí, una secuela que parece avergonzada de su hermano mayor, como si quisiera hacer una versión importante y grandilocuente de aquella.
Y es ahí donde incurre en sus mayores problemas: el mensaje antiarmamentístico de Cameron choca de frente con el loco fetichismo por las armas de la película, con esos robots portando superminiguns ultradestructivas. La propia película dinamita su mensaje gracias a su estrella: 'Terminator 2' lo tenía fácil para ser una estupenda película de acción y aventuras violentas, pero no, se tenía que meter en un jardín de mensajes concienciados y dramas familiares.
Esto siempre le ha pasado a Cameron: aún más en películas inferiores a 'Terminator 2', como la mostrencada de 'Avatar', donde un mensaje hippy completamente pasado de rosca da la mano a una incomprensible devoción por la épica militar que no se veía en Cameron desde 'Aliens'. Algo de esa irritante contradicción está en 'Terminator 2', donde la insufrible adolescencia de John Connor se contempla con un "es nuestro salvador", pero también con un "hay que sacar a este chico del arroyo". Cameron no sabe si ser padre o ser rebelde, y al espectador solo le queda añorar a aquel robot del futuro que, sencillamente, se limitaba a reventar parabrisas a puñetazos.
Porque 'Terminator 2' es una película con "mensaje", pero a diferencia de la urgente y deliciosa idea vectora de la película original, ese casi ininteligible "¡Enamoraos rápidamente, que el futuro nos come por los pies!", 'Terminator 2' quiere ser trascendente. El problema es que su ciencia-ficción no es lo suficientemente afilada y satírica como para plantear ideas de peso, y ella misma se distrae en su exhibicionismo técnico y con sus efectos especiales de primer orden. O dicho de otro modo: 'Robocop' no hay más que una.
Terminator es el héroe
Al final todos sus problemas se reducen a lo que señalábamos al principio: uno no engorda simplemente el presupuesto de 6 a 100 millones sin asumir unos cuantos compromisos por el camino. El primero, y sin duda más pernicioso, es la conversión de la némesis de la primera película, un robot asesino amoral, en un bruto bondadoso que aprende y mimetiza los sentimientos humanos. No solo hay una "maduración" por parte de Cameron: es que Schwarzenegger, ya convertido en estrella, no podía seguir haciendo de sanguinario villano. Por el camino ganamos otro malvado de primera categoría, el T-1000, quién lo duda, pero...
... las concesiones argumentales fueron terribles y se reflejan en una película que entra por los ojos pero chirría con un guion que toma decisiones arbitrarias a mansalva, solo para plegarse a las modas de la época y las necesidades de sus estrellas. Empezando por el propio argumento: ¿qué lógica sigue Skynet a la hora de esperar diez años para enviar otro robot para que mate a John Connor? ¿No habría sido más sencillo rematar a Sarah y Kyle en la primera película?
Eso por no entrar en disquisiciones acerca de cómo 'Terminator 2' hace naufragar todo el concepto de los viajes en el tiempo que con tanta firmeza proponía 'Terminator': la paradoja del salvador de la madre que se convierte en padre, con todos sus problemas lógicos, tiene una fuerza icónica basada en su simplicidad, y que bebe de los relatos clásicos de ci-fi. Atiende a 'Terminator 2': los héroes consiguen su propósito, por lo que Skynet no tiene lugar, John Connor no nace, y las dos películas se sumergen en la entropía. Todo esto lo solventa la franquicia con la idea de las realidades paralelas porque algo hay que decir, pero a Cameron le importa bien poco: antes de la consistencia de su fantasía antepone el final feliz y molón, pulgar en alto (ay, Señor...).
'Terminator 2', así, palidece al ser comparada con la concisión, inmediatez y genuíno espíritu de ciencia-ficción áspera de la primera parte. Demonios, hasta la tercera parte, con sus problemas, le canta las cuarenta en ciertos aspectos a la película de Cameron. Demonizada por los fans y por el propio Cameron, está claro que no funciona cuando es una simple réplica de su precedente (con el fallido intento de presentar una némesis a la altura del T-1000), pero no solo sus secuencias de acción son soberbias sino que reconecta de forma notable con el espíritu de serie B de la película inicial. Sobre todo en su tramo final, con una conclusión que es pura ci-fi pesimista literaria y mucho más elegante que todos los niños carbonizados de 'Terminator 2'.
La película de James Cameron está muy lejos de ser deficiente: es un cachalote que simboliza su época como pocas películas. Pero su éxito multitudinario y la nostalgia por los noventa (¡y por los Guns'n Roses! ¡aún más incomprensible!) han sobredimensionado sus auténticos valores. La primera 'Terminator' hace lo mismo mucho mejor y con más modestia, así que no os contengáis: revisitad 'Terminator 2', en 3D si queréis... y luego y enchufaos la primera. La buena.
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