Sin duda, la nota característica de esta pequeña pieza de ciencia-ficción modesta y breve de Netflix es su concisión y cómo comprime el tiempo que tarda en llegar el fin del mundo para los personajes. Estamos acostumbrados a películas y series que estiran el tiempo que dura el apocalipsis, cuando la civilización está ya en proceso de descomposición o incluso está a punto de recomponerse (como en la nueva serie de 'The Walking Dead', 'World Beyond', ambientada diez años después de la historia original)
Esta vez, sin embargo, 'Disomnia' plantea un mundo que se está desmoronando progresivamente, pero a toda velocidad. El motivo: la gente no puede dormir. Es decir: tienen los días contados antes de que el cansancio desate alucinaciones, les conduzca al coma y, finalmente, a la muerte. Y no saben cómo pueden solucionarlo.
Quien puede tener la clave es una niña (Ariana Greenblatt) que, por algún motivo, sí puede dormir. Su madre (Gina Rodríguez) y su hermano (Lucius Hoyos) tienen que protegerla mientras se plantean si es buena idea llevarla a un destacamento del ejército, viejos conocidos de la madre, que posiblemente quieran experimentar con ella. Mientras, a su alrededor, la sociedad se descompone literalmente: los religiosos se convierten en fanáticos, la gente pacífica pierde los estribos y los delincuentes son bestias peligrosas.
El gran triunfo de 'Disomnia' es que logra transmitir de forma sencilla y sin necesidad de grandes explicaciones (todos, en mayor o menor medida, sabemos lo que es el cansancio extremo, y nos resulta fácil imaginar cómo modificaría nuestro comportamiento la falta de sueño) una sensación de urgencia absoluta. En cada secuencia los personajes que no duermen están más y más devastados, y su comportamiento se revela más extremo.
A mimir, si puedes
Sobre el papel, 'Disomnia' forma parte del ya agotado subgénero de películas post-apocalípticas en las que los personajes tienen alguna capacidad limitada. Desatadas por el éxito de 'Un lugar tranquilo' (que en breve estrena secuela), hemos visto producciones en las que los personajes no pueden ver ('Bird Box', 'See') o no pueden hacer ruido ('The Silence', la propia 'Un lugar tranquilo'), y 'Disomnia' parecía ir en esa línea.
Por suerte, el frenético ritmo que los personajes deben seguir y la rapidez con la que afrontan su destino (en un día la madre ya está enseñando a disparar a su hija, y elaborando un plan para cuando ella posiblemente no esté) se contagia a una película febril y que tampoco parece encontrar lugar para el descanso. El resultado es que el espectador se ve adecuadamente contagiado de esa vibración desconcertada y fatalista, dando pie a una experiencia post-apocalíptica directa y brutal.
Por supuesto, con su ritmo frenético y su decisión de mantener en perpetuo estado de ignorancia al espectador para que cunda el desconcierto, no siempre mantiene el interés, y hay algún interludio sobrante y contados momentos excesivamente precipitados. Por lo demás, se percibe la experiencia como director de dramas de Mark Raso, que se centra sin esfuerzo en el sencillo conflicto del personaje de una muy notable Rodríguez, absolutamente centrada en barruntar un futuro inmediato para su hija.
Como una visión del apocalipsis después de correr una monumental maratón, con la vista nublada y las extremidades sin obedecer las órdenes del cerebro. Así funciona 'Disomnia', una pieza minúscula pero contundente que demuestra que hasta para un tema tan manido como el fin del mundo hay puntos de vista y zonas oscuras que aún se pueden explorar.
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