O dicho de otro modo: 13 películas que manifiestan el temor y el odio del hombre hacia la máquina. En realidad, el ludismo o luddismo es un movimiento que se remonta a principios del siglo XIX, cuando un puñado de artesanos ingleses protestaron contra las endemoniadas máquinas que les quitaban el trabajo, ya que podían ser manejadas por operarios más baratos y menos cualificados.
El nombre procede -posiblemente, ya que no hay nada documentado con certeza- de Ned Ludd, un joven que reventó a golpes dos telares en 1779. Su nombre quedó asociado para siempre a la resistencia contra la Revolución Industrial, y más allá de eso, a cualquier acción violenta contra las máquinas. Aunque como puedes suponer, el ludismo ha adquirido muchas variantes, hay dos elementos casi indisociables al movimiento: humanismo militante y violencia contra las palancas, los engranajes, los motores y las tuercas.
En la cultura pop, el ludismo entendido de esta forma tan amplia ha tenido múltiples variantes. Quizás la más conocida sea la de nuestras relaciones más conflictivas con las inteligencias artificiales, robots, maquinaria pesada autónoma, y la ciencia y el progreso en general. El choque humano-máquina ha justificado mil y un batallas de ficción desde... bueno, desde que el ludismo real se puso en marcha, de hecho. Se ha achacado siempre cierto talante conservador al género por ello, pero esa observación no es del todo exacta.
Primero, porque es una tradición narrativa desde el mismo momento en el que los primeros grandes imaginadores de la ciencia-ficción pusieron máquinas acompañando a sus héroes. Pero por cada Julio Verne que usaba máquinas y la ciencia para llevarnos a parajes fantásticos e inexplorados, había un HG Wells que ponía a las máquinas (terribles estructuras gigantes de metal, claramente inspiradas en las monstruosidades paridas por la Revolución Industrial) a las órdenes de seres de otra galaxia.
Y segundo, porque la idea de la creación que se rebela contra su creador tiene un potencial dramático que está con nosotros desde antes de la creación del género. Por eso el mito de Prometeo robando el fuego a los dioses es imperdurable, por eso 'Frankenstein' de Mary Shelley es mucho más que la historia de un científico loco que reanima muertos y por eso nos fascinan las historias de máquinas que adquieren consciencia y se revelan contra nosotros, sus creadores. Porque nos encanta recuperar ese drama una y otra vez.
Por eso, aunque nosotros no seamos luditas (sería para echarse las manos a la cabeza en una web sobre tecnología) sí nos gustan las historias en las que alguien coge un martillo pilón y le da lo suyo a esa maldita máquina que quiere tomar las riendas de nuestro destino. Estas son algunas de las películas que mejor han hablado de ese inmortal conflicto.
Metropolis (1926)
Aunque su fama se la debe a Maria, la seductora androide creada para distraer al populacho de sus nocivas revoluciones obreras, en 'Metrópolis' esa inteligencia artificial, vista como un ente diabólico al sevicio del patrón, no es la auténtica amenaza para los humanos. Más bien lo son los deshumanizadores y aún hoy impresionantes (vivan los escenarios pre-pantalla verde) decorados de fábricas gargantuescas.
'Metrópolis' es, por ello, una película genuinamente ludista desde la acepción que se le daba tras la Revolución Industrial. Las máquinas que hay que destruir son las que nos martirizan de 8 a 5 (si no eres freelance), porque son las que polarizan a la sociedad en clases que se explotan entre sí. De las otras, como la bella María de la que la película está tan enamorada como sus protagonistas, solo queda la morbosa fascinación por el bello metal
Tiempos modernos (1936)
Una de la películas más afamadas de Chaplin coge elementos de 'Metrópolis' en lo visual, pero sustituye la fascinación por la maquinaria industrial, el futuro deshumanizado y el trabajo en serie hasta que las fuerzas del obrero flaquean por crítica pura a las condiciones laborales durante la Gran Depresión. Aquí la humanidad característica del cine de Chaplin (su eterno vagabundo está presente en la película) se contrapone a la horrenda maquinaria que devora a las personas y los convierte en piezas de los engranajes.
Lemmy contra Alphaville (1965)
Una de las películas más luditas de todos los tiempos tiene, paradójicamente, uno de los aspectos visuales más analógicos de la historia de la ciencia-ficción, posiblemente porque a Jean-Luc Goddard no le apetecía hacer una muestra de género al uso. O quizás sí: era amplio conocedor de los géneros populares, como demuestra la elección del protagonista, el agente secreto Lemmy Caution, al que Eddie Constantine -también protagonista aquí- había interpretado en otros films.
Con aires de cine negro (pero ambientada en el futuro), en 'Alphaville' Caution intenta destruir una tecnocracia regida por un superordenador, el Alpha-60. Pese a su falta de referencias tecnológicas, o quizás precisamente por eso, 'Alphaville' es una de las películas más luditas de la historia (Caution gritando "¡Tecnología! ¡Quédatela para ti!" es casi un simbolo del movimiento), y aunque tiene un fondo algo pretencioso y cargante, su furibunda vitalidad humanista le da mucha personalidad.
Fahrenheit 451 (1966)
El libro original no es tanto un manifiesto ludita como un aviso de los peligros de la censura, pero lo cierto es que gracias a la popularización de la película de Truffaut ha quedado como una visión del enfrentamiento entre las tecnologías modernas, especialmente la televisión, y las formas de transmisión cultural tradicionales. Truffaut pierde en la traducción a imágenes algo del profundo discurso intelectual de la novela de Bradbury, pero aún así, las imágenes de los bomberos quemando libros despiertan sentimientos luditas en cualquiera con un mínimo de sensibilidad.
Engendro mecánico (1977)
Pocas películas han llevado tan lejos la vieja idea de los robots que enloquecen como 'Engendro mecánico', idea que ha marcado tantas películas luditas ausentes en esta lista, tipo 'Almas de metal'. 'Engendro mecánico' además tiene un enfoque rabiosamente actual, después de años en los que la vieja idea del "hogar inteligente" parecía olvidado: esta peliculilla brutal de Donald Cammell acaricia la idea de que Alexia decida violarte.
En este caso tenemos una IA que controla una casa completamente mecanizada y que cuando llega el momento de la singularidad y la autoconsciencia, decide que quiere reproducirse. Físicamente moralmente. Con la señora de la casa. Una auténtica locura para una película con un mensaje altamente conservador y demoledoramente ludita. La descendencia, por el método tradicional, gracias.
Blade Runner (1982)
La principal responsable de que actualmente las inteligencias artificiales rebeldes nos fascinen a la par que nos imponen respeto. La película en sí no es tan ludita como el libro de Philip K. Dick, sobre todo porque muestra cierta empatía hacia los replicantes y hace comprensible que el cazador -replicante o no- se enamore de uno de ellos. El personaje de Rutger Hauer, con su increíble monólogo final semiimprovisado, lo ejemplifica a la perfección: nos resulta irremediablemente atractivo a la vez que aterrador no ser capaces de comprender del todo su experiencia artificial.
Terminator (1984)
Y si 'Blade Runner' fue la película que inyectó la idea de que una máquina rebelde debía darnos miedo y a la vez resultarnos atractiva, 'Terminator' convirtió esa sensación en puro nervio a base de acción, viajes en el tiempo y filosofía de serie B. Skynet, desde el futuro, se convirtió en el enemigo artificial definitivo y el primer Terminator, en su emisario indestructible. Las sucesivas secuelas, con Schwarzenegger convertido en héroe, demostraron cómo la máquina que mata a la vez nos da miedo y nos sirve de niñera. El ludismo moderno: un "vivan las caenas" que no hay quien lo entienda.
Los dioses deben estar locos (1984)
Una película no ya ludita, sino ya directamente anti-civilización. Desde un avión cae en África una botella de Coca-Cola vacía y los indígenas lo interpretan como un regalo divino que hay que devolver a los dioses. De producción sudafricana pero extraordinario éxito internacional (potenciado además por su bajísimo coste), la película es un canto a la vida asilvestrada, bienintencionado y muy simpático en su ingenuidad. Perfecta para un programa triple con 'Cocodrilo Dundee' y 'La ciudad no es para mí'
Robocop (1987)
Una suerte de historia frankensteiniana, pero en clave algo más paranoica, ya que el héroe es aquí el monstruo: la máquina no se lía a destrozar cosas cuando despierta a la consciencia, ni quiere acabar con los humanos, sino que comienza a preguntarse qué hay de humano en ella. Es decir, lo que la máquina quiere no es matarnos, sino integrarse entre nosotros. Los auténticos villanos de la historia son las corporaciones capitalistas y sus máquinas-tanque descerebradas. Lo que deja a este film de Verhoeven con un mensaje ludita más perverso que "mata a la máquina": únete a ella.
Parque Jurásico (1993)
Espera... ¿'Parque Jurásico' ludita? ¿Una peli basada en un libro de Michael Chrichton, dirigida por Steven Spielberg y protagonizada, literalmente, por un grupo de científicos? Pues sí: de hecho, posiblemente es el mayor y más aparatoso ejemplo de película con el mensaje de "El hombre no debe jugar a ser dios", que es un presupuesto de Ludita Anti-techie 101.
Más que cualquier película de Frankenstein, la película pone en boca del personaje de Jeff Goldblum -que no es para nada un personaje negativo en la serie- el concepto de que la ciencia es una afrenta a la naturaleza. Curiosamente, en una película que revolucionó los efectos especiales de su tiempo porque así es la posmodernidad, no puedes ahogarte en cal si no te estás asfixiando en arena previamente.
Gattaca (1997)
Una de las mejores películas de ciencia-ficción de los noventa, que conforme pasa el tiempo y el retrato de la manipulación genética que hace se vuelve más y más fiel a la realidad, más moderna resulta. En ella se nos presenta un futuro donde las características genéticas condicionan el futuro laboral y social de la gente, lo que motiva un crimen por un quitame allá esos análisis para poder viajar al espacio en el que andan implicados Uma Thurman, Ethan Hawke y Jude Law.
El resultado de esta intriga extraordinariamente bien dirigida por Andrew Niccol, con unos diseños apabullantes y póstumos de Frank Lloyd Wright, no es especialmente ludita, porque el objeto de la crítica es tanto la ciencia puesta en pie de forma desalmada como las instituciones que lo propician y la sociedad que lo tolera. Pero a la luz de los últimos descubrimientos y experimentos en materia genética, este pequeño toque de atención no resulta nada superficial.
Matrix (1999)
El problema de enfrentarse a las máquinas como hacían los luditas originales, a golpes y acarreando armas contundentes es que a veces las máquinas devuelven los golpes. Porque saben kung fu. ¿Pero y si nosotros hemos aprendido kung fu gracias a la máquina? Es más, ¿y si solo sabemos kung fu cuando estamos dentro de la máquina, cuando somos el fantasma de la máquina? Este batiburrillo de fascinantes conceptos de cyberpunk pop es solo la superficie de una de las obras grandes de la ciencia-ficción de finalísimos de los noventa, a la vez devota de la tecnología punta (sus efectos especiales arrasaron con todo lo visto hasta el momento), pero también firme defensora de un mensaje racionalmente ludita.
Aprovechamos para romper una lanza por las dos secuelas y la extraordinaria serie de cortos anime que acompañaron a la película original. Aunque ninguna llega al equilibrio y la capacidad de sorpresa de la primera película, y pese a constantes irregularidades de tono, no son meras secuelas continuistas, sino que siguen proponiendo ideas y abundancia de disquisiciones sobre la lucha entre el hombre y la máquina que se antojan inagotables y cada vez más actuales. Todos tenemos a 'Matrix' en lo más alto, pero quizás sea el momento de recuperar y reivindicar las estupendas 'Reloaded' y 'Revolutions'.
Interstellar (2014)
Muy afín con esa irritante fascinación contradictoria que despiertan todas las películas de Christopher Nolan (impresionantes en lo visual y estético, desastrosas en todo lo demás) 'Interestellar' es una película que hace un descomunal esfuerzo por resultar científicamente coherente... y enviar un mensaje que básicamente es "deja de lado la ciencia cuando llegue el momento porque la fuerza que mueve el universo es el amor". L'amour. Si eso no es ser un luddita puro de corazón, Chris, no sé qué lo será.
Porque el personaje de Anne Hathaway decide ir a encontrarse con un rollo que tuvo hace tiempo aunque eso condene a la especie humana porque el amor. Y Matthew McConaughey doblega las leyes conocidas del espacio-tiempo a golpe de amor. Y luego deja a su hija tirada para embarcarse en un viaje suicida porque amor y porque al final Hathaway tenía razón y había que fiarse del corazón y no de los datos. Vamos, que la ciencia y el progreso es la que salvará a la humanidad, pero al final el amor nos hará conquistar el universo, el espacio, el tiempo y el más allá. Toma derechazo a lo empírico.
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